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El escándalo por los 200 mil dólares de Fred Machado convirtió a José Luis Espert en un candidato tóxico.
Política 02 de octubre de 2025
Mientras Milei se aferra al blindaje para no mostrar grietas, Patricia Bullrich elige otra táctica: subirse a la ola anticorrupción. empujar al “Profe” hacia la renuncia y fortalecer su candidatura en CABA.
El Presidente atrapado en su propio blindaje
El oficialismo libertario entró en la fase más peligrosa: defender lo indefendible. José Luis Espert, con su candidatura jaqueada por la denuncia de un supuesto pago de 200 mil dólares del empresario narco Fred Machado, se convirtió en el agujero negro de La Libertad Avanza.
Milei lo sostiene como quien protege un cristal a punto de romperse, convencido de que ceder ahora sería mostrar debilidad. Pero en el mismo escenario, Patricia Bullrich ensaya la detonación controlada: deja que Espert se hunda, se pone ella como garante de la transparencia y marca su territorio en CABA. Nada es inocente.
Bullrich no habla por reflejo moral: habla por instinto político. Con encuestas que muestran un escenario de tercios en la Ciudad de Buenos Aires, sabe que su supervivencia no depende de la lealtad a Milei, sino de no quedar arrastrada por un candidato enlodado.
“Si no tiene nada que esconder lo mejor es hablar”, le dijo a Espert en vivo, con tono de maestra cansada de las excusas de su alumno díscolo. No es un reto, es un misil. Y cada frase la coloca un paso más lejos del blindaje presidencial y un paso más cerca de su electorado porteño, donde el discurso anticorrupción todavía paga.
En Balcarce 50 lo leyeron con alarma: en plena corrida cambiaria y con un Congreso hostil, abrir una interna pública parece suicida. Pero Bullrich mide otra cosa: mide CABA.
Los números de Federico González & Asociados la muestran primera con 34,2% de intención de voto, pero con Mariano Recalde (24,8%) y Graciela Ocaña (10,9%) recortando distancia. En ese escenario, su margen se achica y el costo de cargar con Espert es demasiado alto. Por eso prefiere sobre actuar la “mano dura” contra la corrupción aunque eso signifique dinamitar la línea de flotación de su compañero de boleta.
El episodio expuso el choque de estrategias: Milei piensa en gobernabilidad, Bullrich en capital propio. El Presidente blinda a Espert para no mostrar fisuras; la ministra lo empuja al vacío para despegarse a tiempo. Es la diferencia entre quien busca resistir el presente y quien ya está escribiendo la próxima jugada. Bullrich lo sabe: su carrera política no se define en la Rosada sino en la Ciudad. Y en esa cancha, mostrarse como la voz dura contra la corrupción le permite recuperar un electorado disperso entre libertarios desencantados, votantes anti-K y sectores de clase media que no quieren ser arrastrados por un escándalo judicial.
Bullrich juega su propio juego
La ministra entiende que en su pago chico —la Ciudad de Buenos Aires— no tiene margen para aparecer detrás de un candidato debilitado por sospechas judiciales. Su electorado porteño es extremadamente sensible a la corrupción, un terreno donde la sobre actuación de la transparencia paga dividendos.
Mientras Milei hace cuentas sobre cómo no perder gobernabilidad en un Congreso donde no tiene mayoría, Bullrich hace política pensando en cómo no perder votos en el distrito que le da identidad.
Por eso se sacó la foto con Karen Reichardt, la segunda en la lista de Espert, casi como un mensaje cifrado: “si lo bajan, la línea sigue conmigo”. No fue ingenuo. Cada gesto de Bullrich está calibrado para demostrar que, si Espert cae, ella no se hunde: se reposiciona. Y ese juego genera tensión en el oficialismo: porque obliga a Milei a defender lo indefendible mientras ella se exhibe como fiscal interna de la transparencia libertaria.
La narrativa de Bullrich se construye en espejo: cuanto más se hunde Espert en sus contradicciones, más aparece ella como la dirigente que dice lo que todos piensan pero pocos se animan. Y en esa operación, el Presidente queda encerrado en un dilema imposible: blindar a Espert y cargar con su costo, o soltarlo y admitir que su estrategia se desmorona.
Testigos, mentiras y la sombra de Machado
Mientras tanto, Espert no solo se enreda en evasivas mediáticas. Cada día aparece un testimonio que lo deja peor. Clara Montero Barré, su ex jefa de prensa, lo desmintió sin anestesia: “Es mentira que Machado no tuvo vínculo con su campaña. Era escuchado, influyente, hasta tiraba nombres cuando Espert no tenía vice”. José Bonacci, presidente del partido Unite, también lo desnudó: “En este caso está mintiendo, no fue el sello partidario el que le dio medios de locomoción”.
La sombra de Machado atraviesa todo: el avión privado, los encuentros, las escuchas, los chats. Lo que se desnuda es la figura de un Espert dispuesto a negar lo evidente, aun cuando los que fueron parte de su propio equipo lo contradicen. En ese barro, Bullrich encontró oro: cada contradicción del “Profe” es una excusa más para plantarse como fiscal de la moral libertaria.
La operación tiene timing. Bullrich aprovecha el ruido, lo amplifica y lo usa como palanca para reforzar su perfil de candidata dura contra la corrupción. A Espert lo obligaron a dar entrevistas para “cerrar el tema”, pero cada aparición fue un boomerang. Titubeó en A24, esquivó las preguntas sobre el pago y terminó admitiendo menos de lo que se le pedía. El resultado fue devastador: en lugar de bajar la espuma, la levantó. Bullrich recogió el guante y, sin levantar la voz, dejó claro que no piensa arrastrar cadáveres políticos.
Lo que se juega no es solo la suerte de un candidato incómodo, sino el mapa de poder interno de La Libertad Avanza. Milei se aferra a Espert como símbolo de unidad, aunque sea tóxica; Bullrich se despega con precisión quirúrgica, construyendo su propia narrativa. El “caso Espert” ya no es un problema aislado: es la ventana por la cual se cuela la pregunta más incómoda del mileísmo.
En el fondo, el oficialismo ya sabe que Espert es insostenible. Lo único que está en debate es quién va a firmar el certificado de defunción política. Milei, por ahora, lo sostiene. Bullrich, con sonrisa implacable, ya está cavando la fosa. Y como enseña la realpolitik, cuando dos estrategias chocan, no sobrevive la más leal, sino la más útil.
Bullrich eligió diferenciarse: mano dura contra la corrupción para levantar en CABA, aunque eso signifique empujar a Espert al vacío.
Testigos de la campaña 2019 confirman el peso de Fred Machado, mientras Espert insiste en negar lo evidente.

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