Santilli asumió con menos áreas y más poder político

Javier Milei juró a Diego Santilli en Interior mientras el organigrama le corría el arco: Renaper y Migraciones pasaron a Seguridad y Turismo, Ambiente y Deportes a Jefatura de Gabinete. Menos gestión administrativa y más misión negociadora.

Política 12 de noviembre de 2025
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Interior sin caja, con teléfono rojo

 

El Salón Blanco lleno de (ex) “amarillos” fue la foto. La película se escribió en el Boletín Oficial. Mientras Diego Santilli decía “sí, juro”, el tablero de poder se acomodaba lejos de su escritorio. Renaper y Migraciones quedaron bajo Seguridad. La Secretaría de Medios se disolvió y Comunicación pasó a Jefatura. Turismo, Ambiente y Deportes cambiaron de ventanilla. Interior se achicó en fierros, pero ganó el encargo que más cuenta en un gobierno de minoría: construir mayorías legislativas. En criollo, menos sello y más teléfono rojo.

Santilli lo entendió desde el primer minuto. Evitó pelear por organigramas y se puso a caminar. Recibió a Ignacio Torres, Raúl Jalil, Marcelo Orrego y Martín Llaryora. Preparó una gira que lo lleva a Paraná con Rogelio Frigerio y agenda confirmada con Gustavo Sáenz, Alfredo Cornejo, Leandro Zdero y Claudio Poggi. En paralelo, cuidó el vínculo con el PRO sin sobreactuar macrismo. Mauricio Macri no estuvo en la jura. Cristian Ritondo sí. El mensaje fue de bajo volumen y alto contenido. Interior será política pura, sin tanto fierro para repartir, pero con responsabilidad de que las leyes clave entren y salgan del Congreso con los votos contados.

La decisión de mover Renaper y Migraciones a Seguridad no es un detalle. Son dos áreas que históricamente daban capilaridad federal a Interior. Documentación, DNI, pasaportes y frontera son puerta de entrada al territorio. Al correrse a Patricia Bullrich, Seguridad amplía radio de acción y gana instrumentos de presencia. Jefatura, ahora con Manuel Adorni, acumuló comunicación y parte de la agenda blanda de Estado. La lógica es clara. El oficialismo concentra control operativo en dos usinas y deja a Interior la tarea más delicada de la política: sentar en la misma mesa a quienes no se hablan.

El “Colo” tiene biografía para esa misión. Macrista por carrera ejecutiva en Ciudad. Peronista por apellido y gramática del conurbano. Doble ciudadanía que no se compra en licitaciones. Su padre, Hugo, marcó escuela de relación con el poder real. Él aprendió a leer señales, no solo discursos. Por eso se muestra austero, evita choques con Seguridad y Jefatura y repite en privado que el único éxito medible será cuántas leyes se aprueban y cuántas crisis no suceden.

 

Un Interior de rosca

En la tradición argentina, Interior fue caja de herramientas federales. Obras, documentación, migraciones y resortes que aceitaban vínculos con provincias. El rediseño actual invierte la ecuación. La lapicera quedó lejos y el valor agregado se mide en acuerdos. Santilli debe armar una mesa de trabajo con gobernadores de todas las escuderías, sumar a Caputo para discutir fiscal y previsional y, a la vez, navegar la interna libertaria que empodera a Bullrich y a Adorni. No alcanza con convocar. Hay que garantizar cumplimiento y calendario.

Los gobernadores ya pusieron condiciones. Orrego y Jalil mostraron predisposición con letra chica. Torres exigió Presupuesto federal, alivio a la producción y discusión seria de reforma laboral. Llaryora bendijo el diálogo, pero avisó que no votará un texto que tumbe derechos adquiridos ni licúe pymes. Catamarca pidió obra pública y definiciones sobre YMAD. San Juan quiere un esquema de subsidios previsible para la vitivinicultura y energía. Chaco mira empleo formal y fondeo de salud. San Luis reclama rutas nacionales y conectividad. Córdoba condiciona su firma a una ingeniería que no le pase la aplanadora a las cajas provinciales.

La coparticipación late de fondo. CABA mantiene su reclamo por fondos retenidos, con Jorge Macri sentado en Hacienda con Luis Caputo para pedir que la deuda figure en Presupuesto. Las provincias piden certezas sobre combustibles y distribución. Santilli toma nota y promete que Interior no firmará promesas al voleo. Habrá que entrar con Caputo a una cocina que definirá política de verdad. Sin plata, no hay votos. Sin votos, no hay reformas. Sin reformas, no hay relato oficial que resista el invierno.

El movimiento de áreas clave fue leído como recorte de poder. Lo fue en términos administrativos. No necesariamente en términos políticos. Interior puede carecer de sellos, pero si consigue leyes su capital crecerá. Si no las consigue, ninguna firma de DNI le salvará la espalda. La apuesta del Presidente es clara. Bullrich controla la calle y fronteras. Adorni controla el megáfono y las ventanillas de la agenda blanda. Santilli controla el puente con el sistema. Tres patas que se necesitan. Tres agendas que compiten. La coordinación es el partido.

Presupuesto, reformas y la prueba del Congreso

La primera batalla se llama Presupuesto 2026. No es un Excel. Es un mapa de poder. Define obra pública, subsidios, transferencias, tarifas reguladas y sendero fiscal. Si Santilli convence a los gobernadores de que el texto incorpora demandas territoriales con cronograma realista, tendrá media guerra ganada. Si el proyecto aparece como un pliego cerrado desde la Ciudad, el recinto será una trinchera.

 

La segunda batalla es triple. Reforma previsional, laboral e impositiva. En previsional, el Ejecutivo busca un esquema que cierre números sin dinamitar jubilaciones bajas ni chocar contra cajas provinciales. En laboral, la jugada es instalar banco de horas con resguardos, modernizar indemnizaciones con fondos sectoriales que conviertan pasivos inciertos en aportes previsibles y ordenar el derecho de huelga con servicios mínimos y procedimientos. En impositiva, la consigna es simplificar y bajar distorsiones sin quebrar la recaudación provincial.

El riesgo es sobreactuar modernización y subestimar territorio. El banco de horas sin reglas de preaviso y control sindical puede terminar como exasperación social. Fondos de cese mal diseñados pueden volverse impuestos al trabajo. Unificación tributaria sin cálculo de caja provincial es receta para el no. Santilli lo sabe. Tendrá que poner a cada ministro técnico frente a gobernadores y a bloques con lápiz en mano. Ningún power point vota. Votan las garantías.

En paralelo, Interior deberá administrar conflictos de la vida real. Rutas rotas. Obra pública parada. Tarifas que necesitan hoja de ruta. Importaciones que desacomodan cadenas productivas. Universidades, discapacidad, Garrahan, temas que Llaryora marcó en la mesa y que pueden ordenar apoyo si aparecen acreditados en el texto. El “Colo” prometió método. Reuniones chicas, acuerdos escritos, seguimiento de hitos y devoluciones mensuales. Si funciona, el Congreso se vuelve previsible. Si falla, la sesión se define a los gritos.

La interna también juega. El oficialismo es un triángulo donde cada vértice enseña músculo. Seguridad avanza con Renaper y Migraciones porque su relato necesita instrumentos. Jefatura crece con Medios y Turismo porque su jefe ahora es jefe de todo. Interior quedó en el medio con la responsabilidad de que lo imposible ocurra: que oficialismo y oposición se pongan de acuerdo. En ese diseño, Santilli no compite por prensa. Compite por resultados. Si logra mayorías con costo fiscal razonable, su nombre pesará más que cualquier ventanilla perdida.

El PRO mira la escena con mezcla de orgullo y recelo. Ritondo aplaude la llegada de un propio a un ministerio madre. Intendentes bonaerenses ven en Santilli un interlocutor que traduce el dialecto del conurbano al castellano de Balcarce 50. El peronismo no kirchnerista respeta su linaje y valora que no rompe puentes en público. Ese mix lo habilita a entrar a despachos donde otros no pasan del hall. Su desafío es convertir esa entrada en votos, no en selfies.

El cierre no admite poesía. A un ministro del Interior se lo mide por dos números. Cuántas leyes aprobó y cuántas crisis evitó. Con menos lapicera que sus predecesores, Santilli recibió la tarea más ingrata y más valiosa. Negociar en un país fatigado, con gobernadores que no convalidarán cheques sin fondos y con una oposición dispersa que aprendió a cobrar caro. Si logra que el Presupuesto salga con contenido federal y que las reformas no se conviertan en un parte de guerra, su gestión será recordada como la del operador que sostuvo un gobierno con minoría. Si no, quedará como el ministro amable al que le corrieron la silla.

 

Renaper y Migraciones salieron de Interior y la comunicación oficial pasó a Jefatura. Menos fierros para el “Colo”, más misión política: conseguir votos para Presupuesto 2026 y para las reformas previsional, laboral e impositiva.

 

 

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