“El carnicero de Giles”, uno de los asesinos más sanguinarios del país, se escapó de una cárcel de La Plata

Luis Iribarren, condenado por múltiples crímenes, tenía una salida transitoria para estudiar Derecho, en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UNLP, de 48 entre 6 y 7, y no retornó a la Unidad Penitenciaria 26 de Olmos. Intenso rastrillaje en su búsqueda.

Policiales30 de agosto de 2024
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Es uno de los mayores criminales de la historia penal argentina. “Lo buscan por cielo y tierra”, dijo ayer un fiscal a Capital 24. Luis Fernando Iribarren, alias "El carnicero de Giles", se escapó de la Unidad Penitenciaria 26 de Olmos luego de recibir el beneficio de salida transitoria para estudiar Derecho en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Nacional de La Plata, en la sede de 48 entre 6 y 7, en el edificio del ex Jockey Club.

Como ha ocurrido con otros asesinos seriales, donde las historias marcadas a sangre y fuego fueron plasmadas en la música o la literatura, los múltiples crímenes de Iribarren inspiraron a Los Fabulosos Cadillacs. En el disco Fabulosos Calavera, de 1997, editaron un tema musical con el nombre "El carnicero de Giles". Esa canción tenía la autoría de Flavio Cianciarulo y de Vicentico.

"Olor a almizcle/ el joven lame el cristo de la calavera/ sueño malo, ojos verdes/ masacre de San Andrés de Giles", entona Flavio en la canción y se le suma Vicentico con otro verso: “Estoy soñando que llega mi muerte/ estoy soñando que veo la suerte/ los vecinos salen a saludarme/ yo los abrazo y ellos laten muy fuerte".

En rigor, Iribarren fue apodado “"El carnicero de San Andrés de Giles” en 1986 cuando asesinó de varios disparos y sin compasión a sus padres y a sus dos hermanos mientras dormían. 

Y eso no fue todo. Nueve años después, mató de un golpe con un hacha a su tía. En 1995 fue condenado a prisión perpetua. Ahora, casi 30 años después, fue a la facultad de Ciencias Jurídicas de La Plata para asistir a una clase de Derecho. 

Anoche era intensamente buscado en la zona de las facultades, en el microcentro de La Plata. La fiscalía cruzó información con la Unidad 26 de Olmos donde hasta la medianoche aún se desconocía su paradero. 

Desde la unidad carcelaria se indicó que, como todas las semanas, este último miércoles Iribarren salió de su celda para ir a estudiar a la facultad. Posee un beneficio procesal de “salida transitoria” otorgado por el Juzgado de Ejecución N° 1 del Departamento Judicial de Mercedes. 

Iribarren está cursando la carrera de Derecho en la UNLP. Lo que se informó es que luego de varias horas, muchas más de las que necesitaba para su cursada, el “carnicero” no retornó a la U26.  Desde el penal emitieron la alerta a la Policía y al juzgado de ejecución. 

Además de la cantidad de crímenes por las que fue condenado Iribarren, en la actualidad, se ha convertido además en uno de los presidiarios con mayor cantidad de años bajo encierro en un penal. 

En total, al “carnicero de Giles” se le adjudican la muerte de cinco personas, todas familiares, entre ellas la de sus propios padres. Por estos homicidios fue condenado a reclusión perpetua en 1995, nueve años después de cometidos los hechos.

El origen de su escalofriante apodo también tiene explicación en su legajo criminal. En 1986, cuando tenía apenas 21 años, asesinó con una carabina vizcachera calibre 22 a sus padres y a sus dos hermanos mientras dormían. Luego de cometer los crímenes, en plena noche los enterró en una fosa a 40 metros de la casa de campo donde vivían, en el lugar donde antes había un chiquero, en el paraje Tuyutí, a unos 30 kilómetros de San Andrés de Giles, en la provincia de Buenos Aires.

Con una exasperante frialdad, tras los homicidios Iribarren declaró: “Los maté porque les tenía bronca”. Ese fue todo el motivo que el “carnicero” dio a modo de explicación. La bronca. Esa fue la “razón” por la que mató a su padre Luis (49), chacarero; su madre Marta Langevin (42), maestra; y de sus hermanos Marcelo (15) y María Cecilia (9).

En aquel testimonio formulado en sede tribunalicia, Iribarren deslizó que “sin pensar mucho, pero sabiendo que estaba cargada, agarré el arma y entré en la pieza en la que dormían mis padres y mi hermana. Con la certeza de que tenía ubicados los cuerpos y de que no me hacía falta mirar, cerré los ojos y les disparé. No sé si fueron dos o tres balazos a cada uno”.

Su detención no fue inmediata. De hecho, pasaron nueve años en los que “el carnicero ocultó el crimen”. Un dato que exaspera cualquier trama o novela policial del género. Es que cada vez que a Iribarren le preguntaban por sus padres o sus hermanos, él respondía que se habían ido de viaje a Paraguay, escapando de viejas deudas que habían contraído. 

Durante nueve años, el “carnicero” mantuvo la versión del viaje a Paraguay. Pero hubo un hecho que lo delató. Y fue su propia sed criminal. Pues en 1995 cometió otro asesinato. Mató a otro familiar. Se trató de su tía Alcira (63), a quien masacró de un certero golpe en la cabeza con un hacha en la casa que compartían en San Andrés de Giles.

Cuando la policía comenzó a investigar la desaparición de Alcira, el “carnicero” volvió a repetir el mismo latiguillo, con la versión de un “viaje”. En esa oportunidad, Iribarren dijo que su tía se había ido a Capital Federal para tratarse de una enfermedad. 

Las versiones de los “viajes” de los familiares “ausentes” parecía encontrar asidero, hasta que pasó lo que debía pasar. Un vecino de Alcira comenzó a sentir olores extremadamente nauseabundos que provenían de su patio. Al parecer fueron cuando “el carnicero de Giles” intentaba enterrar el cadáver de su tía. Las crónicas de la época señalan que no llegó a sepultarlo. 

El vecino lindero hizo un llamado telefónico a la Policía. Los efectivos que arribaron a la casa de Alcira, hallaron su cadáver. Y en la medida que comenzaron a buscar en ese patio, se toparon con algo más macabro: los cuerpos de los otros familiares de Iribarren. 

Así “el carnicero de Giles” fue detenido. La evidencia en su contra era abrumadora. Entonces quedó imputado, preso y luego juzgado y condenado por el delito de “homicidio calificado por el vínculo reiterado, en concurso con homicidio simple en tres oportunidades”. La condena que recibió por esos cargos fue de prisión perpetua. 

Con la versión del “viaje” derribada, Iribarren intentó otra explicación. Y dijo que su tía "estaba muy enferma y decidí terminar con su sufrimiento... Primero la quise asfixiar. La agarré del cuello con mis manos. Como no se moría, fui a buscar el arma que guardaba en la mesa de luz, pero no tuve el coraje de dispararle porque me acordé de lo que les había hecho a mis padres y a mis hermanos y no soportaba hacerlo otra vez”.

Su intento de defensa se convirtió en confesión. “Al llegar al patio vi el hacha. En realidad, había dos hachas, pero agarré la que tenía el mango más largo y volví a la habitación de mi tía. Me paré al costado de la cama y le pegué dos golpes en el costado izquierdo de la cabeza”.

Un tribunal lo condenó a la única pena que había en expectativa: la reclusión perpetua. “El carnicero de Giles” estaba hasta esta semana alojado en la Unidad 26 de Olmos. Lo llamativo es que Iribarren estaba a punto de cumplir 30 años en prisión, una de las cifras récord en la historia penitenciaria argentina. 

Tenía un permiso para estudiar. Desde el Servicio Penitenciario bonaerense se informó que le quedaban pocas materias para recibirse en Derecho. “El carnicero” había comenzado la carrera en la Unidad 12 de Gorina, por la misma que pasó el cuádruple homicida Ricardo Barreda tras ser condenado por acribillar a escopetazos a sus dos hijas, su esposa y su suegra. 

De Iribarren también se informó que en el penal donde estaba ahora alojado, la U26 de Olmos, tenía una conducta estipulada como “buena”. Y esa condición fue, precisamente, la que le permitió acceder -cuando cumplió 25 años en prisión-, al beneficio de la salida transitoria. 

El legajo penitenciario habla de otros cursos, capacitaciones. Incidentes intramuros. Pero hay un dato singular. “El carnicero” es padre de mellizos, que tuvo con su ex esposa, con quien convivió entre 1991 y 1993. De ellos, nada se sabe. 

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