Mearsheimer nos cuenta "¿Quién causó la Guerra de Ucrania?"

Desde que Rusia invadió Ucrania, el 24 de febrero de 2022, la cuestión sobre quién ha sido el responsable de la guerra sigue siendo controvertida. La respuesta a esta pregunta importa enormemente porque la guerra ha sido un desastre por varias razones, la más importante de las cuales es que Ucrania ha quedado destrozada.

Política 23 de septiembre de 2024
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Por John J. Mearsheimer *

Desde que Rusia invadió Ucrania, el 24 de febrero de 2022, la cuestión sobre quién ha sido el responsable de la guerra sigue siendo controvertida. La respuesta a esta pregunta importa enormemente porque la guerra ha sido un desastre por varias razones, la más importante de las cuales es que Ucrania ha quedado destrozada.

Ha perdido una parte sustancial de su territorio y es probable que pierda más, su economía está en ruinas, un gran número de ucranianos están desplazados internamente o han huido del país, y ha sufrido cientos de miles de bajas. Por supuesto, Rusia también ha pagado un importante precio en sangre. En el plano estratégico, las relaciones entre Rusia y Europa, por no hablar entre Rusia y Ucrania, se han envenenado para el futuro previsible, lo que significa que la amenaza de una gran guerra en Europa estará con nosotros mucho tiempo después de que la guerra de Ucrania se convierta en un conflicto congelado. Quién tiene la responsabilidad de este desastre es una cuestión que no desaparecerá pronto y que, en todo caso, es probable que quede en claro a medida que la magnitud del desastre se haga más evidente para más personas.

La opinión generalizada en Occidente es que Vladimir Putin es el responsable de la guerra de Ucrania. El objetivo de la invasión era conquistar toda Ucrania y convertirla en parte de una Rusia más grande, según se argumenta. Una vez logrado ese objetivo, los rusos pasarían a crear un imperio en el este de Europa, al igual que hizo la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial. Así pues, Putin es, en última instancia, una amenaza para Occidente y hay que tratar con él por la fuerza. En resumen, Putin es un imperialista con un plan maestro que encaja perfectamente en una viva tradición rusa.

El argumento alternativo, con el que me identifico y que es claramente la opinión minoritaria en Occidente, es que Estados Unidos y sus aliados provocaron la guerra. No se trata de negar, por supuesto, que Rusia invadió Ucrania e inició la guerra. Pero la causa principal del conflicto es la decisión de la OTAN de incorporar a Ucrania a la alianza, cosa que prácticamente todos los dirigentes rusos consideran una amenaza existencial que debe ser eliminada. Sin embargo, la expansión de la OTAN forma parte de una estrategia más amplia destinada a convertir a Ucrania en un baluarte occidental en la frontera de Rusia. Incorporar a Kiev a la Unión Europea (UE) y promover una revolución de colores en Ucrania —convertiéndola en una democracia liberal prooccidental— son las otras dos ramificaciones de esta política. Los dirigentes rusos temen las tres ramificaciones, pero lo que más temen es la expansión de la OTAN. Para hacer frente a esta amenaza, Rusia lanzó una guerra preventiva el 24 de febrero de 2022.

El debate sobre quién causó la guerra de Ucrania se acaloró recientemente cuando dos destacados líderes occidentales —el expresidente Donald Trump y el destacado diputado británico Nigel Farage— argumentaron que la expansión de la OTAN fue la fuerza motriz del conflicto. Como era de esperar, sus comentarios fueron recibidos con un feroz contraataque por parte de los defensores de la sabiduría convencional. También merece la pena señalar que el Secretario General saliente de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo en dos ocasiones el año pasado que «el Presidente Putin empezó esta guerra porque quería cerrarle a Ucrania la puerta de la OTAN y negarle el derecho a elegir su propio camino». Casi nadie en Occidente cuestionó esta notable admisión del jefe de la OTAN, y este no se retractó.

Mi objetivo aquí es proporcionar una introducción al tema y establecer los puntos clave que apoyan la opinión de que Putin invadió Ucrania no porque fuera un imperialista empeñado en hacer de Ucrania parte de una Rusia más grande, sino principalmente debido a la expansión de la OTAN y a los esfuerzos de Occidente tendientes a hacer de Ucrania un bastión occidental en la frontera de Rusia.

Permítanme comenzar con las SIETE RAZONES PRINCIPALES para rechazar la sabiduría convencional.

EN PRIMER LUGAR, simplemente no hay pruebas anteriores al 24 de febrero de 2022 de que Putin quisiera conquistar Ucrania e incorporarla a Rusia. Los defensores de la sabiduría convencional no pueden señalar nada que Putin haya escrito o dicho que indique que estaba decidido a conquistar Ucrania.

Cuando se les cuestiona sobre este punto, los defensores de la sabiduría convencional aportan pruebas que poco o nada tienen que ver con los motivos de Putin para invadir Ucrania. Por ejemplo, algunos subrayan que dijo que Ucrania es un «Estado artificial» o que no es un «Estado real». Estos oscuros comentarios, sin embargo, no dicen nada sobre su razón para ir a la guerra. Lo mismo puede decirse de la afirmación de Putin de que considera a rusos y ucranianos como «un solo pueblo» con una historia común. Otros señalan que calificó el colapso de la Unión Soviética como «la mayor catástrofe geopolítica del siglo». Pero Putin también dijo: «Quien no eche de menos la Unión Soviética, no tiene corazón. Quien quiera recuperarla, no tiene cerebro». Otros señalan un discurso en el que declaró que «la Ucrania moderna fue creada enteramente por Rusia o, para ser más precisos, por la Rusia bolchevique y comunista». Pero eso difícilmente constituye una prueba de que estuviera interesado en conquistar Ucrania. Además, en ese mismo discurso dijo: «Por supuesto, no podemos cambiar los acontecimientos pasados, pero al menos debemos admitirlos abierta y honestamente».

Para sostener que Putin estaba empeñado en conquistar toda Ucrania e incorporarla a Rusia, es necesario aportar pruebas de que 1) pensaba que era un objetivo deseable, 2) pensaba que era un objetivo factible y 3) tenía la intención de perseguir ese objetivo. No hay pruebas en los archivos públicos de que Putin estuviera contemplando, y mucho menos pretendiendo, poner fin a Ucrania como Estado independiente y convertirla en parte de una Rusia más grande cuando envió sus tropas a Ucrania el 24 de febrero de 2022.

De hecho, hay pruebas significativas de que Putin reconoció a Ucrania como país independiente. En su conocido artículo del 12 de julio de 2021 sobre las relaciones ruso-ucranianas, que los defensores de la sabiduría convencional suelen señalar como prueba de sus ambiciones imperiales, le dice al pueblo ucraniano: «Queréis establecer un Estado propio: ¡sois bienvenidos!». En cuanto a cómo debe Rusia tratar a Ucrania, escribe: «Sólo hay una respuesta: con respeto». Concluye ese extenso artículo con las siguientes palabras: «Y lo que será Ucrania, lo decidirán sus ciudadanos». Estas declaraciones contradicen directamente la afirmación de que Putin quería incorporar a Ucrania dentro de una Rusia más grande.

En ese mismo artículo del 12 de julio de 2021, y de nuevo en un importante discurso que pronunció el 21 de febrero de 2022, Putin hizo hincapié en que Rusia acepta «la nueva realidad geopolítica que tomó forma tras la disolución de la URSS». Reiteró ese mismo punto por tercera vez el 24 de febrero de 2022, cuando anunció que Rusia invadiría Ucrania. En concreto, declaró que «no es nuestro plan ocupar territorio ucraniano» y dejó en claro que respetaba la soberanía ucraniana, aunque sólo hasta cierto punto: «Rusia no puede sentirse segura, desarrollarse y existir mientras se enfrente a una amenaza permanente desde el territorio de la actual Ucrania». En esencia, Putin no estaba interesado en hacer de Ucrania una parte de Rusia; estaba interesado en asegurarse de que no se convirtiera en un «trampolín» para la agresión occidental contra Rusia.

En SEGUNDO lugar, no hay pruebas de que Putin estuviera preparando un gobierno títere para Ucrania, cultivando a líderes prorrusos en Kiev o aplicando medidas políticas que hicieran posible ocupar todo el país e integrarlo finalmente a Rusia.

Estos hechos desmienten la afirmación de que Putin estaba interesado en borrar a Ucrania del mapa.

TERCERO, Putin no tenía ni de lejos tropas suficientes para conquistar Ucrania.

Empecemos por las cifras globales. Hace tiempo que estimo que los rusos invadieron Ucrania con un máximo de 190.000 soldados. El general Oleksandr Syrskyi, actual comandante en jefe de las fuerzas armadas ucranianas, declaró recientemente en una entrevista con The Guardian que la fuerza invasora rusa sólo contaba con 100.000 efectivos. De hecho, The Guardian utilizó esa misma cifra antes de que comenzara la guerra. Es imposible que una fuerza de 100.000 o 190.000 hombres pueda conquistar, ocupar y absorber toda Ucrania en una Rusia más grande.

Téngase en cuenta que cuando Alemania invadió la mitad occidental de Polonia, en septiembre de 1939, la Wehrmacht contaba con alrededor de 1,5 millones de hombres. Ucrania es geográficamente más de tres veces mayor de lo que era la mitad occidental de Polonia en 1939, y Ucrania en 2022 tenía casi el doble de habitantes que Polonia cuando la invadieron los alemanes. Si aceptamos la estimación del general Syrskyi, de que 100.000 soldados rusos invadieron Ucrania en 2022, eso significa que Rusia tenía una fuerza de invasión que era 1/15 del tamaño de la fuerza alemana que entró en Polonia. Y ese pequeño ejército ruso estaba invadiendo un país que era mucho más grande que Polonia en términos tanto de tamaño territorial como de población.

Dejando a un lado los números, está la cuestión de la calidad del ejército ruso. Para empezar, era una fuerza militar diseñada en gran medida para defender a Rusia de una invasión. No era un ejército preparado para lanzar una gran ofensiva que acabara conquistando toda Ucrania, y mucho menos para amenazar al resto de Europa. Además, la calidad de las fuerzas de combate dejaba mucho que desear, ya que los rusos no esperaban una guerra cuando la crisis empezó a calentarse en la primavera de 2021. Por tanto, tuvieron pocas oportunidades de formar una fuerza de invasión calificada. Tanto en términos de calidad como de cantidad, la fuerza de invasión rusa no estaba ni cerca de ser el equivalente a la Wehrmacht de finales de los años treinta y principios de los cuarenta.

Se podría argumentar que los líderes rusos pensaban que el ejército ucraniano era tan pequeño y estaba tan superado en armamento que su ejército podría derrotar fácilmente a las fuerzas de Ucrania y conquistar todo el país. Sin embargo, Putin y sus lugartenientes eran muy conscientes de que Estados Unidos y sus aliados europeos habían estado armando y entrenando al ejército ucraniano desde que estalló la crisis el 22 de febrero de 2014. El gran temor de Moscú era que Ucrania se convirtiera de facto en miembro de la OTAN. Además, los dirigentes rusos observaron al ejército ucraniano, que era mayor que su fuerza de invasión, luchando eficazmente en el Donbass entre 2014 y 2022. Seguramente comprendieron que el ejército ucraniano no era un tigre de papel que pudiera ser derrotado rápida y decisivamente, sobre todo porque contaba con el poderoso respaldo de Occidente.

Finalmente, en el transcurso de 2022 los rusos se vieron obligados a retirar su ejército de la óblast de Kharkiv y de la parte occidental de la óblast de Kherson. De hecho, Moscú renunció al territorio que su ejército había conquistado en los primeros días de la guerra. No cabe duda de que la presión del ejército ucraniano contribuyó a forzar la retirada rusa. Pero lo más importante es que Putin y sus generales se dieron cuenta de que no tenían fuerzas suficientes para mantener todo el territorio que su ejército había conquistado en Kharkiv y Kherson. Así que se retiraron y crearon posiciones defensivas más manejables. Este no es el comportamiento que cabría esperar de un ejército que fue construido y entrenado para conquistar y ocupar toda Ucrania. Por supuesto, no fue diseñado para ese fin y, por lo tanto, no pudo lograr esa hercúlea tarea.

CUARTO, en los meses anteriores al inicio de la guerra, Putin intentó encontrar una solución diplomática a la crisis en ciernes.

El 17 de diciembre de 2021, Putin envió una carta tanto al presidente Joe Biden como al jefe de la OTAN, Stoltenberg, proponiendo una solución a la crisis basada en una garantía por escrito de que: 1) Ucrania no entraría en la OTAN, 2) no se emplazarían armas ofensivas cerca de las fronteras rusas, y 3) las tropas y equipos de la OTAN trasladados a Europa oriental desde 1997 serían trasladados de nuevo a Europa occidental. Independientemente de lo que se piense de la viabilidad de llegar a un acuerdo basado en las exigencias iniciales de Putin, sobre las que Estados Unidos se negó a negociar, esto demuestra que estaba intentando evitar la guerra.

QUINTO: Inmediatamente después del comienzo de la guerra, Rusia se puso en contacto con Ucrania para entablar negociaciones con el fin de poner fin a la guerra y elaborar un modus vivendi entre los dos países.

Las negociaciones entre Kiev y Moscú comenzaron en Belarús sólo cuatro días después de que las tropas rusas entraran en Ucrania. Esa vía bielorrusa fue sustituida finalmente por una vía israelí y otra de Estambul. Todas las pruebas disponibles indican que Rusia estaba negociando seriamente y que no estaba interesada en absorber territorio ucraniano, salvo Crimea, que había anexionado en 2014, y posiblemente el Donbass. Las negociaciones terminaron cuando los ucranianos, con el empuje de Gran Bretaña y Estados Unidos, abandonaron las negociaciones, que estaban avanzando a buen ritmo cuando terminaron.

Además, Putin declaró que, cuando las negociaciones estaban teniendo lugar y progresando, se le pidió que retirara las tropas rusas de la zona alrededor de Kiev como gesto de buena voluntad, lo que hizo el 29 de marzo de 2022. Ningún gobierno de Occidente ni ningún antiguo responsable político ha cuestionado la afirmación de Putin, que choca directamente con la afirmación de que estaba empeñado en conquistar toda Ucrania.

SEXTO, dejando Ucrania a un lado, no hay ni la más mínima prueba de que Putin estuviera contemplando la conquista de ningún otro país de Europa del Este.

Además, el ejército ruso ni siquiera es lo suficientemente grande como para invadir toda Ucrania, y mucho menos para intentar conquistar los países bálticos, Polonia y Rumania. Además, todos esos países son miembros de la OTAN, lo que significaría casi con toda seguridad una guerra con Estados Unidos y sus aliados.

SÉPTIMO, casi nadie en Occidente argumentó que Putin tuviera ambiciones imperiales desde que tomó las riendas del poder en 2000, hasta que comenzó la crisis de Ucrania el 22 de febrero de 2014. En ese momento, de repente se convirtió en un agresor imperial. ¿Por qué? Porque los líderes occidentales necesitaban una razón para culparle de provocar la crisis.

Tal vez la mejor prueba de que Putin no fue visto como una amenaza seria durante sus primeros catorce años en el poder es que fue invitado a la cumbre de la OTAN de abril de 2008 en Bucarest, que fue donde la alianza anunció que Ucrania y Georgia acabarían convirtiéndose en miembros. Putin, por supuesto, se enfureció por esa decisión y dio a conocer su enfado. Pero su oposición a ese anuncio apenas tuvo efecto en Washington, porque se consideraba que el ejército ruso era demasiado débil para detener una nueva ampliación de la OTAN, al igual que había sido demasiado débil para detener las oleadas de expansión de 1999 y 2004. Occidente pensó que podría volver a empujar la expansión de la OTAN por la garganta de Rusia.

En relación a esto, la ampliación de la OTAN, antes del 22 de febrero de 2014, no tenía como objetivo contener a Rusia. Dado el triste estado del poder militar ruso, Moscú no estaba en condiciones de conquistar Ucrania y mucho menos de aplicar políticas revanchistas en Europa del Este. Resulta revelador que el exembajador estadounidense en Moscú, Michael McFaul, firme defensor de Ucrania y crítico mordaz de Putin, señaló que la toma de Crimea por parte de Rusia en 2014 no estaba planeada antes de que estallara la crisis; fue un movimiento impulsivo en respuesta al golpe de Estado que derrocó al líder prorruso de Ucrania. En resumen, la expansión de la OTAN no pretendía contener una amenaza rusa porque Occidente no creía que existiera tal amenaza.

Sólo cuando estalló la crisis de Ucrania, en febrero de 2014, Estados Unidos y sus aliados empezaron de repente a describir a Putin como un líder peligroso con ambiciones imperiales y a Rusia como una grave amenaza militar que la OTAN tenía que contener. Este abrupto cambio en la retórica estaba diseñado para servir a un propósito esencial: permitir a Occidente culpar a Putin de la crisis y absolver a Occidente de su responsabilidad. Como era de esperar, esa imagen de Putin ganó mucha más fuerza después de que Rusia invadiera Ucrania el 24 de febrero de 2022.

Hay un giro en la sabiduría convencional que vale la pena mencionar. Algunos sostienen que la decisión de Moscú de invadir Ucrania tiene poco que ver con el propio Putin y, en cambio, forma parte de una tradición expansionista que precede a Putin y que está profundamente arraigada en la sociedad rusa. Esta inclinación por la agresión se dice que está impulsada por fuerzas internas y no por el entorno de amenazas externas de Rusia, y habría llevado a prácticamente todos los líderes rusos a lo largo de la historia a comportarse de forma violenta con sus vecinos. No se niega que Putin está al mando en esta historia o que llevó a Rusia a la guerra, pero se afirma que no es determinante. Casi cualquier otro líder ruso habría actuado de la misma manera.

Hay dos problemas con este argumento. Por empezar, no es falsable, ya que nunca se identifica el rasgo de largo plazo en la sociedad rusa que produce este impulso agresivo. Se dice que los rusos siempre han sido agresivos —independientemente de quién esté al mando— y que siempre lo serán. Es casi como si estuviera en su ADN. Lo mismo se dijo en su día de los alemanes, que durante el siglo XX fueron descritos a menudo como agresores congénitos. Argumentos de este tipo no se toman en serio en el mundo académico, por buenas razones.

Además, casi nadie en Estados Unidos o Europa Occidental caracterizó a Rusia como innatamente agresiva entre 1991 y 2014, cuando estalló la crisis de Ucrania. Fuera de Polonia y los Estados bálticos, el temor a la agresión rusa no fue una preocupación frecuentemente expresada durante esos veinticuatro años, lo que cabría esperar si los rusos estuvieran predispuestos a la agresión. Parece claro que la repentina aparición de esta línea argumental fue una excusa conveniente para culpar a Rusia de causar la guerra de Ucrania.

Permítanme cambiar de marcha y exponer las TRES RAZONES PRINCIPALES para pensar que la expansión de la OTAN fue la causa principal de la guerra de Ucrania.

EN PRIMER LUGAR, los líderes rusos en general dijeron en repetidas ocasiones, antes de que comenzara la guerra, que consideraban la expansión de la OTAN en Ucrania como una amenaza existencial que tenía que ser eliminada.

Putin hizo numerosas declaraciones públicas exponiendo esta línea argumental antes del 24 de febrero de 2022. Hablando ante la Junta del Ministerio de Defensa, el 21 de diciembre de 2021, declaró: «lo que están haciendo, o intentando o planeando hacer en Ucrania, no está ocurriendo a miles de kilómetros de nuestra frontera nacional. Está a las puertas de nuestra casa. Deben comprender que sencillamente no tenemos otro lugar al que retirarnos. ¿De verdad creen que no vemos estas amenazas? ¿O creen que nos quedaremos de brazos cruzados viendo cómo surgen amenazas contra Rusia?». Dos meses después, en una rueda de prensa celebrada el 22 de febrero de 2022, pocos días antes de que comenzara la guerra, Putin afirmó: «Nos oponemos categóricamente a que Ucrania entre en la OTAN porque esto supone una amenaza para nosotros, y tenemos nuestros argumentos. He hablado repetidamente de ello en esta sala». A continuación, dejó en claro que reconocía que Ucrania se estaba convirtiendo de facto en miembro de la OTAN. Estados Unidos y sus aliados, dijo, «siguen llenando a las actuales autoridades de Kiev de modernos tipos de armas». Continuó diciendo que si esto no se detenía, Moscú «se quedaría con una “anti-Rusia” armada hasta los dientes. Esto es totalmente inaceptable».

Otros dirigentes rusos —incluidos el ministro de Defensa, el ministro de Asuntos Exteriores, el viceministro de Asuntos Exteriores y el embajador ruso en Washington— también subrayaron la importancia de la expansión de la OTAN como causa de la crisis ucraniana. El ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, lo expresó sucintamente en una rueda de prensa el 14 de enero de 2022: «La clave de todo es la garantía de que la OTAN no se expandirá hacia el este».

A menudo se oye el argumento de que los temores rusos eran infundados porque no había ninguna posibilidad de que Ucrania se uniera a la alianza en un futuro próximo, si es que alguna vez lo hacía. De hecho, se dice que Estados Unidos y sus aliados europeos apenas prestaron atención al ingreso de Ucrania en la OTAN antes de la guerra. Pero incluso si Ucrania se uniera a la alianza, eso no supondría una amenaza existencial para Rusia porque la OTAN es una alianza defensiva. Por lo tanto, la expansión de la OTAN no podría haber sido una causa de la crisis original, que estalló en febrero de 2014, ni de la guerra que comenzó en febrero de 2022.

Esta línea de argumentación es falsa. De hecho, la respuesta occidental a los acontecimientos de 2014 fue redoblar la estrategia existente y acercar aún más a Ucrania a la OTAN. La alianza comenzó a entrenar al ejército ucraniano en 2014, con una media de 10.000 efectivos entrenados anualmente durante los ocho años siguientes. En diciembre de 2017, la administración Trump decidió proporcionar a Kiev «armas defensivas». Otros países de la OTAN pronto entraron en acción, enviando aún más armas a Ucrania. Además, el ejército, la marina y la fuerza aérea de Ucrania comenzaron a participar en ejercicios militares conjuntos con las fuerzas de la OTAN. El esfuerzo de Occidente por armar y entrenar al ejército ucraniano explica en buena medida por qué le fue tan bien contra el ejército ruso en el primer año de guerra. Como decía un titular de The Wall Street Journal, de abril de 2022: «El secreto del éxito militar de Ucrania: Años de entrenamiento de la OTAN».

Dejando a un lado los continuos esfuerzos de la alianza para convertir al ejército ucraniano en una fuerza de combate más formidable y que pudiera operar junto a las tropas de la OTAN, durante 2021 se produjo un renovado entusiasmo en Occidente por incorporar a Ucrania a la OTAN. Al mismo tiempo, el presidente Zelenski, que nunca había mostrado mucho entusiasmo por la incorporación de Ucrania a la Alianza y que fue elegido en marzo de 2019 con una plataforma que abogaba por trabajar con Rusia para resolver la crisis de entonces, cambió de rumbo a principios de 2021 y no solo aceptó la adhesión de Ucrania a la OTAN, sino que también adoptó un enfoque de línea dura hacia Moscú.

El presidente Biden, que llegó a la Casa Blanca en enero de 2021, llevaba mucho tiempo comprometido con el ingreso de Ucrania en la OTAN y era un súper halcón con respecto a Rusia. Como era de esperar, el 14 de junio de 2021 la OTAN emitió un comunicado en su cumbre anual de Bruselas, que decía: «Reiteramos la decisión tomada en la Cumbre de Bucarest de 2008 de que Ucrania se convierta en miembro de la Alianza». El 1 de septiembre de 2021, Zelenski visitó la Casa Blanca, donde Biden dejó en claro que Estados Unidos estaba «firmemente comprometido» con «las aspiraciones euroatlánticas de Ucrania». Posteriormente, el 10 de noviembre de 2021 el Secretario de Estado, Antony Blinken, y su homólogo ucraniano, Dmitró Kuleba, firmaron un importante documento: la «Carta EEUU-Ucrania sobre Asociación Estratégica». El objetivo de ambas partes, afirmaba el documento, era «subrayar… el compromiso con la aplicación por parte de Ucrania de las reformas profundas y exhaustivas necesarias para su plena integración en las instituciones europeas y euroatlánticas». También se reafirmaba explícitamente el compromiso de Estados Unidos con la «Declaración de la Cumbre de Bucarest de 2008».

Parece haber pocas dudas de que Ucrania estaba muy encaminada para convertirse en miembro de la OTAN a finales de 2021. Aun así, algunos partidarios de esta política argumentan que Moscú no debería haberse preocupado por ese resultado, porque «la OTAN es una alianza defensiva y no supone ninguna amenaza para Rusia». Pero no es así como Putin y otros dirigentes rusos piensan sobre la OTAN, y lo que importa es lo que piensan. En resumen, no hay duda de que Moscú veía la entrada de Ucrania en la OTAN como una amenaza existencial que no podía permitirse.

SEGUNDO, un número considerable de personas influyentes y de gran prestigio en Occidente reconocieron, antes de la guerra, que la expansión de la OTAN —especialmente hacia Ucrania— sería vista por los dirigentes rusos como una amenaza mortal y acabaría conduciendo al desastre.

William Burns, que ahora dirige la CIA, pero que era embajador de EEUU en Moscú cuando se celebró la cumbre de la OTAN en Bucarest, en abril de 2008, escribió un memorándum para la entonces secretaria de Estado Condoleezza Rice, que describe sucintamente el pensamiento ruso sobre la incorporación de Ucrania a la alianza. «La entrada de Ucrania en la OTAN», escribió, «es la más clara de todas las líneas rojas para la élite rusa (no sólo para Putin). En más de dos años y medio de conversaciones con los principales actores rusos, desde los que se arrastran en el Kremlin, hasta los críticos liberales más agudos de Putin, todavía no he encontrado a nadie que vea a Ucrania en la OTAN como otra cosa que no sea un desafío directo a los intereses rusos». La OTAN, dijo, «se vería… como el lanzamiento del guante estratégico. La Rusia actual responderá. Las relaciones ruso-ucranianas se congelarán… Creará un terreno fértil para la intromisión rusa en Crimea y el este de Ucrania».

Burns no fue el único responsable político occidental que en 2008 comprendió que incorporar a Ucrania a la OTAN entrañaba muchos peligros. De hecho, en la cumbre de Bucarest, tanto la canciller alemana Angela Merkel, como el presidente francés Nicolas Sarkozy, se opusieron a avanzar en el ingreso de Ucrania en la OTAN porque entendían que alarmaría y enfurecería a Rusia. Merkel explicó recientemente su oposición: «Estaba muy segura de que Putin no iba a permitirlo. Desde su perspectiva, sería una declaración de guerra».

Para ir un paso más allá, numerosos responsables políticos y estrategas estadounidenses se opusieron a la decisión del presidente Clinton de ampliar la OTAN durante la década de 1990, cuando se debatía la decisión. Esos opositores comprendieron desde el principio que los dirigentes rusos la verían como una amenaza para sus intereses vitales, y que la política acabaría conduciendo al desastre. La lista de opositores incluye a destacadas figuras del establishment, como George Kennan; tanto el secretario de defensa del Presidente Clinton, William Perry, como su jefe de Estado Mayor Conjunto, el general John Shalikashvili; Paul Nitze, Robert Gates, Robert McNamara, Richard Pipes y Jack Matlock, por nombrar sólo a unos pocos.

La lógica de la postura de Putin debería tener mucho sentido para los norteamericanos, comprometidos desde hace largo tiempo con la Doctrina Monroe, que estipula que no se permite a ninguna gran potencia lejana formar una alianza con un país del hemisferio occidental y situar allí sus fuerzas militares. Estados Unidos interpretaría un movimiento de ese tipo como una amenaza existencial y haría todo lo posible por eliminar el peligro. Por supuesto, esto es lo que ocurrió durante la Crisis de los Misiles en Cuba, en 1962, cuando el Presidente Kennedy les dejó en claro a los soviéticos que sus misiles nucleares tendrían que ser retirados de Cuba. Putin está profundamente influido por la misma lógica. Al fin y al cabo, las grandes potencias no quieren que otras lejanas se instalen en su patio trasero.

TERCERO, la centralidad del profundo temor de Rusia a que Ucrania entre en la OTAN queda ilustrada por dos acontecimientos que se han producido desde que comenzó la guerra.

Durante las negociaciones de Estambul, que tuvieron lugar inmediatamente después del inicio de la invasión, los rusos dejaron muy en claro que Ucrania tenía que aceptar la «neutralidad permanente» y que no podía entrar en la OTAN. Los ucranianos aceptaron la exigencia rusa sin oponer mayor resistencia, seguramente porque sabían que de otro modo era imposible poner fin a la guerra. Más recientemente, el 14 de junio de 2024, Putin planteó dos exigencias que Ucrania tendría que cumplir antes de que él aceptara un alto el fuego y el inicio de negociaciones para poner fin a la guerra. Una de esas exigencias era que Kiev declarara «oficialmente» «que abandona sus planes de entrar en la OTAN».

Nada de esto es sorprendente, ya que Rusia siempre ha visto a Ucrania en la OTAN como una amenaza existencial que debe evitarse a toda costa. Esa lógica es la fuerza motriz de la guerra de Ucrania.

Por último, de la posición negociadora de Rusia en Estambul, así como de los comentarios de Putin sobre el fin de la guerra en su discurso del 14 de junio de 2024, se desprende que no está interesado en conquistar toda Ucrania y convertirla en parte de una Rusia más grande.

* John Mearsheimer es profesor de Ciencia Política en la Universidad de Chicago, y el máximo teórico vivo de relaciones internacionales. Es considerado como miembro de la escuela neorrealista en relaciones internacionales.

Fuente: https://substack.com/@mearsheimer/p-147357385

Traducción a cargo de Nomos

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