El peso del legado en UPCN desnuda la falta de Conducción y de Liderazgo

En la actualidad, los principales gremios estatales de la provincia de Buenos Aires atraviesan de manera diferente la crisis de representatividad que se cierne sobre las organizaciones obreras del país. Mientras que ATE se consolida como el principal sindicato de estatales bonaerenses, UPCN añora los tiempos en los que Carlos Quintana hacía crecer al gremio.

Región26 de septiembre de 2024
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Escribe: Quirón

 

En los últimos años el sindicalismo atraviesa una crisis de representatividad sobre los trabajadores que mermó su capacidad de lucha y generó un debate en torno a las formas de conducción política y el sentido mismo de la lucha gremial.

En este recorrido, el Grupo Media 3, se introduce en las dinámicas de los principales medios estatales de la provincia de Buenos Aires, la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) y la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN), y el porqué del crecimiento del primero en detrimento de la baja de afiliados en el segundo.

Para contextualizar, en la actualidad, ATE ostenta un registro de afiliados que alcanza los 86 mil trabajadores de la Administración Pública, saldo que dejó en alto la gestión de Oscar “Colo” De Isasi, quien dejó la conducción provincial del gremio en el año 2023, para

desarrollarse como secretario gremial de ATE-Nación, mientras que también se desempeña como secretario general de la CTA-Autónoma de la provincia de Buenos Aires.

Al comienzo de la gestión de De Isasi al frente del gremio en la provincia, ATE contaba con una masa de afiliados de 60 mil trabajadores estatales, es decir que durante su período como secretario general se logró la afiliación de 26 mil trabajadores.

Durante este tiempo la representatividad de ATE tuvo como punto fuerte el reclamo “no conformista” en las paritarias provinciales, aún cuando el Gobierno provincial estuvo encabezado por Axel Kicillof, con quien el sindicato tiene una afinidad pública, aunque no obsecuente.

A su vez, la gestión estuvo atravesada por un cambio del estatuto del gremio, lo que permitió una participación mayor de delegados y delegadas, así como la promoción de nuevos cuadros sindicales, lo que reforzó la conducción de De Isasi.

Por otra parte, ATE mantuvo una política de protección y reclamo permanente por el pase a planta permanente de los trabajadores contratados en la administración pública provincial, lo que posibilitó que muchos empleados de la provincia alcancen una estabilidad laboral durante los últimos años y que gocen de la plenitud de sus derechos laborales.

Las decisiones del sindicato, a su vez, son tomadas mediante asambleas de delegados, con la participación plural y diversa de los mismos bajo una conducción gremial sostenida en los trabajadores de base que le permitió la representatividad suficiente para ser la entidad obrera de los estatales más representativa en la actualidad en la provincia.

La situación se torna distinta en UPCN: bajo la gestión de Fabiola Mosquera, el gremio pasó de 80 mil afiliados en el último año de conducción del histórico líder provincial del sindicato, Carlos Quintana, a 56 mil afiliados, lo que representa una baja de 24 mil trabajadores que abandonaron el gremio, o bien perdieron su puesto de trabajo.

Al momento de asumir Quintana en el gremio, UPCN contaba con tan solo 600 afiliados, dejando 80 mil al momento de su fallecimiento. El peso del legado histórico de Quintana pesa aún hoy en la entidad y deja al desnudo las deficiencias en la conducción de la Seccional del sindicato que supo tener a Juan Domingo Perón como su primer afiliado.

Pero, ¿Qué pasó en los últimos años bajo la gestión de Mosquera? ¿Por qué el gremio perdió la representatividad que antaño había conseguido bajo la conducción de Quintana, y cuáles son las críticas de las bases hacia su secretaria general?

Para entender esta situación, hay que remitirse a los comentarios que se escuchan dentro de los delegados de base del sindicato, quienes señalan que Mosquera “impone sus decisiones a puertas cerradas”, mientras que Quintana “siempre tenía las puertas de la oficina abierta y te formaba en el debate mano a mano”, sintetizan muchos de los trabajadores que peinan canas en la provincia.

En ese sentido, se apunta a Mosquera por ser “obsecuente con los gobiernos” en detrimento de los trabajadores y que “busca que el sindicato sea su propia plataforma de poder”, apuntan desde adentro de la organización.

A Mosquera se la señala por el “ninguneo” a los cuerpos de delegados y por imponer liderazgos y dirigentes que no cuentan con la representatividad de los delegados, sino con

la confianza hacia la dirigente. También se la acusa de querer hacer del gremio su sello personal para tener mayor incidencia en la discusión política y en el peronismo de la provincia.

Los desplazamientos de dirigentes históricos, así como el techo impuesto a las nuevas generaciones convirtieron a UPCN-PBA, en un compartimiento estanco, que solo gira en torno a los intereses de una dirigencia que ve mes a mes como se escapan, en un cuentagotas permanente, los afiliados en busca de un espacio más “sano” de militancia sindical.

Los movimientos de Mosquera además suelen ser engorrosos, no sólo interviene en las estructuras de base y en los cargos jerárquicos del gremio, sino que además lo hace de manera despótica, con ataques directos a los delegados a quienes recientemente acusó de ser “vagos” y de utilizar los artículos gremiales, “para no trabajar”. La respuesta de los trabajadores que conocen la dinámica del gremio es contundente, “lo dice alguien que acaba de volver de un viaje familiar por Europa mientras nosotros tratamos de mantener nuestros puestos de trabajo y el poder adquisitivo a salvo”, disparan los delegados.

Así las cosas, los hechos terminan de hablar por cuenta propia, y marcan a las claras una

diferencia clave entre ambos gremios: mientras ATE creció a fuerza de ampliar la democracia interna y la participación de los delegados en la toma de decisiones, UPCN perdió representatividad a costa de un liderazgo autoritario y excluyente sobre los trabajadores. 

“Conducir es persuadir, no mandar”, explicó alguna vez el primer afiliado del sindicato.

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