Sergio Karakachoff, a 49 años de su asesinato

Sergio Karakachoff nació el 27 de junio de 1939 en La Plata. Creció en la casona familiar de la calle 8 entre 65 y 66 y fue el hijo mayor del matrimonio constituido por Carmen Giménez, docente ella, y Sergio, su padre y homónimo, quien era Ingeniero en Suelos, una disciplina novedosa en aquellos años, que estudia la resistencia de los terrenos previo a la construcción de grandes obras.

Región11 de septiembre de 2025
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Escribe: Alejandro Caviglioni (*), especial para Capital 24

 

 

Sergio fue el hijo mayor de otros tres hermanos: Carlos, también Ingeniero en Suelos; Diego, economista y Gustavo, abogado, quien según dicen los amigos que lo conocieron, tiene aún hoy un enorme parecido físico con Sergio.  

 

 

Sergio era un ferviente hincha de Estudiantes de La Plata, “hacía esquina” con su barra de amigos en la esquina de 4 y 48, la zona en la que se ubicaba el Mercado en aquellos años, disfrutaba del cine y del Teatro y era un excelso bailarín de Tango. 

Leal, solidario, arriesgado, comprometido, amigo de sus amigos. Estudioso, inquieto, curioso y trabajador.

 

Fue alumno de la Escuela Anexa, del Colegio Nacional y egresó como abogado y Periodista en la UNLP. 

 

Y es en la Universidad donde desde muy temprano comienzan sus inquietudes y militancia política. El padre de Sergio era simpatizante del Partido Conservador pero el Ruso se había interesado y se había acercado al pensamiento Reformista y a los postulados Radicales seducido durante las largas charlas y mateadas que compartía con Don Joaquín Lozano, un vecino de la casa familiar, sobre la calle 8. Joaquín Lozano era un tozudo militante de la Reforma Universitaria y del Radicalismo, un viejo trabajador de YPF, la señera empresa petrolera estatal creada por Yrigoyen y Mosconi. 

 

Es entonces en la Facultad de Derecho de la UNLP donde Sergio impulsa la creación de la Agrupación Estudiantil “Unión Universitaria”, integrada fundamentalmente por afiliados y simpatizantes Radicales pero en la que también convergían Socialistas e Independientes. En 1958 y 1959 obtienen sus primeros triunfos en las elecciones de Claustro Estudiantil en la Facultad sobre las agrupaciones más conservadoras. Ya en esos momentos comienza a soñar con la necesidad de aunar esfuerzos, de confluir en una gran agrupación Universitaria, de construir una Organización nacional, de dotar de estudios y formación política, ideológica a sus militantes y de construir un proyecto político superador.

 

En ese camino confluyen en lo que denominaron como las “Agrupaciones Amigas” que no era otra cosa que el encuentro de las agrupaciones estudiantiles reformistas de la UNLP para articular políticas, actividades y propuestas.

 

En 1965 Sergio se casa con Elsa Carrebedo, una joven médica egresada de la UNLP y se traslada a Bahía Blanca, adonde fue a trabajar como Director del diario “El Sureño”, un emprendimiento que tenía por objetivo competir con La Nueva Provincia, el medio hegemónico de la ciudad y de buena parte del sur bonaerense. El Sureño buscaba articular un grupo periodístico en condiciones de plantarse frente a un monopolio informativo.

 

Elsa sufre una descompensación, se desvanece, cae por el hueco de un ascensor y pierde la vida. En ese momento Sergio decide volver a La Plata. No tenía más nada que hacer allí.

 

Ya de regreso en La Plata camina la ciudad, la provincia y el país con el objetivo de construir un Radicalismo que por un lado compitiera en el fervor popular con el peronismo pero que además fuera capaz de defender a sus Gobiernos, sus gestiones y a sus dirigentes.

 

Sergio era un hombre ácido, desafiante, provocador en los debates, líder en las agarradas. Una de las principales líneas de discusión que más le preocupaban y al mismo tiempo le molestaban era “cierto desprecio” que existía en muchos círculos políticos y culturales platenses por lo popular. 

 

Se sentía cómodo en las orillas, en los barrios, en los arrabales. Y esos núcleos que él despreciaba lo despreciaban a él. Cuentan que alguna vez en un intenso debate en una Organización gremial de profesionales en La Plata escuchó largamente al vocero de un grupo muy reaccionario, cuando le tocó su turno señaló: “He escuchado atentamente las palabras de quien me antecedió, su figura me recuerda al `Oidor´ del Rey”, y el auditorio estalla en carcajadas ante la precisa alusión a la característica física de su interlocutor. Esas anécdotas y situaciones, de las que hay decenas, se fueron acumulando en el archivo del odio de sus enemigos. 

 

Pesaba sobre su Generación la responsabilidad de haber visto caer el Gobierno de Arturo Illia casi en soledad, sin defensa popular y casi sin reacción partidaria. Arturo Illia fue un presidente de una gestión austera y eficaz.  Durante su gobierno no hubo un solo día de estado de sitio y tampoco presos políticos; hubo libertad gremial y en 1964 levantó la proscripción al peronismo. 

 

En su gestión, la Organización de Naciones Unidas votó la resolución 2065/65 que convocaba al Reino Unido a sentarse a discutir la soberanía de las Islas Malvinas, en el que seguramente es el mayor éxito de la diplomacia nacional en toda nuestra historia. Se sancionó la ley del Salario Mínimo, Vital y Móvil, la Ley de Medicamentos, la Ley de Asociaciones Profesionales y derogó la ley de contratos petroleros. Cuando le preguntaron a Illia el porqué, respondió: “Sencillo, está en nuestra plataforma electoral”. Destinó el 25% del presupuesto a Educación, Ciencia y Tecnología. Además, incorporó al Código Penal la figura de enriquecimiento ilícito de los funcionarios.

Aun así abandonó la Casa Rosada solo y acompañado por un puñado de militantes pero sin el acompañamiento popular. Ese pueblo para el que había gobernado con eficacia y con pasión. 

 

Es ese un momento de quiebre para Sergio y sus amigos, quienes trabajarán sin descanso hasta lograr la variopinta confluencia de grupos partidarios que llegarán hasta el Teatro Real de Rosario convocados por Raúl Alfonsín en 1972.

 

Allí fundarán el Movimiento de Renovación y Cambio de la UCR, grupo que en sus primeros años disputó la conducción con mucho esfuerzo y con poco éxito pero que logrará consagrar presidente a Alfonsín en 1983.

 

Pero el camino fue largo y duro. En marzo de 1976 los militares habían provocado el golpe que abriría paso a la última dictadura militar, la más brutal y violenta ocurrida en el siglo XX. Y Sergio lo advierte…

 

En una editorial de su periódico partidario “En Lucha” señala: “Hay algunos que apuestan al golpe pensando que solo será la interrupción de este Gobierno y que en poco tiempo habrá otro llamado a elecciones…, pero se equivocan, un golpe hoy en la Argentina será un Pinochetazo y será terrible”; hacía referencia a lo que sufría Chile desde 1973 y no se equivocaba. 

 

Sergio y su amigo Mingo Teruggi cometen un error que será fatal…, en agosto de 1976 había poco trabajo en el Estudio Jurídico y deciden presentarse en un Concurso profesional buscando trabajo como Inspectores jurídicos de la Caja de Subsidios para el Personal de la Ingeniería y obtienen esos puestos.

 

Pero una tarde de septiembre, un reconocido referente del peronismo de derecha de La Plata de apellido D`Alessandro, vocifera por los pasillos de ese lugar de trabajo que “mientras se expulsa de nuestro lugar de trabajo a reconocidos trabajadores Occidentales y Cristianos se los reemplaza por hombres de reconocida tendencia Marxista de la ciudad!!!”. Sonó a sentencia de muerte…

 

El 9 de septiembre de aquel año Sergio llega a su estudio y encuentra todo absolutamente revuelto…, corre a la guardería de la UNLP a buscar a sus hijas, minutos antes una amiga y militante del viejo Comité de la Sección 5ª de La Plata le había negado a dos tipos de anteojos oscuros que se manejaban en Ford Falcon verde que las hijas de Sergio hubieran concurrido esa tarde. María Luisa Navarro, una anónima pero abnegada militante y amiga fue aquella valiente mujer. 

 

A salvo Marimé Arias, su esposa, y Sofía y Matilde, sus hijas; Sergio corre a buscar a Mingo Teruggi, su amigo, socio, compañero de la vida. Pero fue tarde, allí lo estaban esperando. La esposa de Mingo negó que su amigo estuviera, hubo unos titubeos hasta que apareció un oficial que lo redujo y se los llevaron a los dos.

 

Sus cuerpos aparecieron a la vera de la ruta 36 algunos días después. Sus hermanos, familiares y amigos organizaron el velorio, en un acto temerario desviaron el cortejo fúnebre, acompañado por disparos al aire de patrulleros y los autos de época que nunca dejaron de intimidar, hacia el comité de la calle 48 y allí en un acto temerario, colgado de un balcón, lo despidió a los gritos su joven amigo Federico Storani citando a Almafuerte: 

“Ten el tesón del clavo enmohecido

Que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo

Y no la cobarde intrepidez del pavo

Que amaina su plumaje al primer ruido”;

Aquellos viejos versos de Almafuerte que nos acompañan hasta hoy son los que aun en la peor adversidad nos impulsan a seguir… 

 

(*) Presidente del Comité de la Sección 1ª de la UCR de La Plata.

 

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