Nicolás Márquez, Sodoma, Gomorra y la nueva (antigua) derecha liberal

El biógrafo y amigo del presidente quien viene haciendo una lucha sin cuartel en la defensa del proceso desde al menos los primeros años del Siglo XXI, vuelve a la carga, ya no por su libro “Milei, la revolución que no vieron venir”, si no por su extensa trayectoria de vida y sus actuaciones polémicas que pintan de cuerpo entero la hipocresía liberal argentina.

Política 08 de mayo de 2024
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Por Cintia Wood *

Había una vez. En Argentina gobernaban hombres de galera y bastón, bajo el régimen oligárquico conservador y liberal que se instauró mediante el fraude desde el final del Gobierno del General Roca.

Garantistas de un sistema anti industrialista, defensores de un modelo agroexportador a ultranza y dependiente de Reino Unido, reprimían a sangre y fuego todo sistema de organización obrera pero también atacaban con políticas de desaliento a los incipientes talleres manufactureros argentinos que competían con los importados. Claro, se trataba de una proto burguesía semi colonial que apenas respiraba por el agujero del culo que le permitían los dueños de la carne enfriada cuyo único mercado era el británico.

En esas protestas sociales solían actuar contra los trabajadores jóvenes patricios pitucos y fornidos agitando las banderas del peligro rojo y anarquista escudados por un nacionalismo de campanario, pero dependiente. Se sabe que luego de aporrear obreros, muchos de estos muchachitos afiliados al Jockey Club solían visitar “los clubes de varones”, donde podían disfrutar de mancebos, sin que haya ojos indiscretos y no se privaban de la pedofilia -especialmente de varones- dada la cantidad de niños huérfanos inmigrantes que mendigaban por las calles que estaban por fuera de las 10 cuadras por 10 cuadras que eran “la París de Sudamérica”.

Una situación de violencia sexual que solo empezó a ser castigada con la llegada de Hipólito Yrigoyen al poder en 1916 y finalmente por la Revolución de 1943 que declaró explícitamente que esta clase de comportamientos disipados eran propios de quienes mandaban durante la previa “Década Infame”, a quienes atribuían la inmoralidad política, social, cultural y económica que sufría el país y las grandes masas populares, que habían sido un freno en las potencialidades argentinas.

Si bien la homosexualidad no es privativa de una clase social, en las clases populares, era mucho más desenfada y brutal, como aún lo sigue siendo, por las propias condiciones precarias de existencia previos al surgimiento industrial. Y tal cual, los patricios romanos y griegos, las clases altas gozaban de toda clase de placeres entre varones, en discretos y coquetos lugares donde se mezclaban violencias y abusos de toda índole. Mientras que los putos pobres vivían en segregación absoluta.

Terminada la faena homosexual. Volvían a mostrar sus dotes masculinas ante las damitas de sociedad que solo soñaban con casarse con un heredero millonario.

Ahora vamos a los turbulentos años posteriores a la explosión del 2001-2002.

Una ola de furia contra el sistema económico neoliberal de desata en el país y con ella los sueños de impunidad de una gran parte de los represores que habían violado, torturado y asesinado a miles de personas y que habían sido beneficiados por los indultos de Carlos Menem y las leyes de Obediencia Debida y Punto Final de Alfonsín. Ambos estadíos que pusieron fin a las controversias militares, más ligadas a la impunidad que a otro tipo de disputa política.

Justamente, fue la última, la del 3 de diciembre de 1991, encabezada por Mohammed Alí Seineldín, la única contraria al modelo del Consenso de Washington y la Globalización que había comenzado a bañar con miel al menemato.

El encarcelamiento que ningún represor reprobó sobre la figura de este carismático coronel argentino de origen árabe druso y héroe de Malvinas fue elocuente sobre la línea ideológica que defendió históricamente el conservadurismo liberal (anti) argentino militar que tuvo como máxima referencia sangrienta la Dictadura Cívico Militar de 1976, los bombardeos de Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, único caso en la historia en que la aviación de un país atacó a la propia comunidad civil y posteriormente en la represión asesina de la Revolución Libertadora desatada contra las masas peronistas.

Paralelamente a la llegada de Néstor Kirchner al poder en 2003, comienza a desatarse la pavura entre los liberados represores y los que nunca habían sido acusados.

El final de la arquitectura legal que les dio impunidad habilitó nuevos juicios y la mayoría terminaron presos y muchos de ellos todavía tienen causas pendientes hasta el día de hoy.

La reacción procesista no se quedó quieta. Por doble vía (como les gusta operar).

Por un lado, el programa de penetración cultural ideado por el represor Carlos Alberto Martínez, reciclado años atrás en la SIDE por Tata Yofre, que diagramó un sistema para combatir el “contra proceso” englobado en el movimiento de Memoria, Verdad y Justicia.

El carnicero Martínez, sistematizó el proyecto como una verdadera batalla cultural con el objetivo de lavarle la cara al procesismo y lograr los indultos a los dictadores más luego frenar los juicios contra los represores que comenzaron a desarrollarse en el final del primer lustro de la década del 2000.  

Por el otro con mayor activismo en la calle, comenzaron manifestaciones que reunían a muchas personas, eran convocantes, especialmente en Plaza San Martín, logrando captar una buena cantidad de gente joven, incluidas varias mujeres que posteriormente tuvieron renombre.

Esas manifestaciones sumaban más que los -todavía- jóvenes skinheads que en los años 90 solían emborracharse en Parque Rivadavia y pelear contra punks a cadenazo limpio.

Una de esas dirigentes de nuevo perfil se llamaba Cecilia Pando y la otra se llamaba Karina Mujica que en 2005 tenía un programa de radio en Mar del Plata, financiado por sectores militares donde ya comenzaba a colaborar y co – conducir un joven Nicolás Márquez, “Argentinos por la Memoria Completa” que desde esa época había adoptado un estilo estético que posteriormente se llamó “metrosexual”. Pero más allá de eso, defendía su ideario ultraconservador, procesista y liberal. Tal cual lo hace hoy, con la difusión que le dio el ascenso al poder de Milei y su ideario libertario supuestamente defensor del “proyecto de vida ajeno”. Abogado a quién el Presidente adoptó de escriba de su biografía y su llegada a la presidencia, trabajando muy cercanamente con el escritor Agustín Laje, con la misma inclinación.

La “rosca” entre Márquez, Pando y Mujica no duró demasiado. Al menos públicamente ya que los vasos comunicantes se mantienen hasta hoy. Poquito tiempo después salió a la luz que esta última formaba parte del staff de un prostíbulo, una casa de citas, una “maison de plaisir”, en la calle Gascón 2931. Allí funcionaba Alto Target, uno de los burdeles más refinados de La Feliz, cuya clientela eran sectores de clase media acomodada y que era visitado asiduamente por oficiales de la marina y por uno en especial que luego se convirtió en su amante: el terrorífico Alfredo Astiz, quien la cooptó para su causa contraria a los DDHH y la instaló como la cara visible del movimiento ciudadano por la “memoria completa”.

Un espacio con un discurso fresco, renovado, estético y ultramontano ideológicamente que, por aquellos años, también había comenzado a transitar una jovencísima promesa del procesismo argentino, Victoria Villarruel, la más formada de todas, vinculada a usinas de pensamiento internacionales quien solía reportar junto a Mujica hasta que el escándalo las apartó definitivamente.

Un escape que le permitió crecer casi desde el anonimato y hay que decirlo, totalmente ignorante de las actividades profesionales ocultas de esa mujer que durante varias veces al mes se presentaba en Buenos Aires como líder defensora de las más caras tradiciones de Dios, Patria y Hogar en conferencias con represores, curas conservadores, periodistas de la talla de Bernardo Neudstadt y empresarios y que luego al regresar a “Mardel” ejercía el oficio más antiguo del mundo a cien pesos la hora, unos 30 dólares de aquella época o 30 mil pesos actuales, como quieran convertirlo. "No le tengo miedo a nada, hace quince años que me dedicó a esto", hablaba con desenfado sobre su ejercicio profesional de meretriz. 

Los videos de Karina en 2006 en el programa “informe Central” de Rolando Graña ofreciendo sus servicios sexuales con su nombre artístico Valentina, a través de cámaras ocultas difundidas por televisión, terminaron por desprestigiar todo el espacio y prender fuego a muchos periodistas, represores, usuarios militares del prostíbulo que también habían dejado sus huellas pegadas en las filmaciones que continúan en una saga mucho más extensa, en algún lugar escondidas, por quienes realizaron la tarea, llamemos periodística y que dinamitaron todo el ruido militar que se estaba gestando. Al menos, por unos años.

Pero además afectó a toda el ala intelectual de esta militancia liberal conservadora que luego recobró impulso de la mano refinada de Pablo Avelluto, figura cultural del macrismo que, como director de una afamada editorial, le dio profesionalidad, a lo que hasta ese momento era un cachivache y un puterío, esto último literalmente hablando.

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 Desde allí, Nicolás Márquez, Agustín Laje y otros referentes se perfeccionaron en EEUU en el arte de la nueva derecha o derecha alternativa manteniendo un perfil canchero y desenfadado pero sólido intelectualmente y limpio ya del incidente Mar del Plata, del cual ni se quieren acordar.

Atrás habían quedado los asados y tertulias que Márquez llevaba a cabo con figuras impresentables del neonazismo argentino como Alejandro “Gordo” Franze (un editor de fanzines fachos y vendedor de memorabilia militar de Plaza Francia, tristemente famoso además de por su prominente barriga porque en las inmediaciones de su puesto fue asesinado un joven nacionalista, Marcelo Scalera en 1996 por un grupo de punks) o Carlos Pampillón, otro personaje nefasto de Mar del Plata procesado por ataques xenofóbicos.

Cabe aclarar que ambos, son mala palabra entre el nacionalismo militante ya que actualmente reportan al partido de Javier Milei, en esa mezcla rara de libertarismo, liberalismo nacionalsocialista, platillismo, esoterismo ario y terraplanismo que suelen convocar las figuras emergentes de la nueva derecha.

También de otakus, ya que Pampillón encuentra en la diputada cosplayer Lilia Lemoine una de sus fervientes defensoras a través de “X”, del magnate Elon Musk que se queda con recursos naturales argentinos con solo hacer la vista gorda al ejército de trolls al servicio de Milei en su red social.

Nicolás Márquez, hoy es afamado. Es autor de libros como “Milei, la revolución que no vieron venir” junto a Marcelo Duclos, la biografía elogiada por el presidente mismo, que todavía no pudo presentar y “El libro negro de la nueva izquierda” junto a su amigo cercano, escritor, periodista e influencer de derecha Agustín Laje.

Márquez detalla en su currículum que realizó cursos de “terrorismo, contraterrorismo y narcotráfico” en la Universidad Nacional de Defensa de los Estados Unidos y se colaboró con el Hispanic American Center for Economic Research (HACER), de Washington. Uno de los miembros de HACER era el ex agente del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, Julio Cirino, uno de los compañeros de Astiz, Etchecolatz y Von Wernich con quienes compartió pabellón de lesa humanidad de la cárcel de Marcos Paz.

El estético Márquez también vivió su momento de escándalo cuando en 2009, Horacio Verbitsky a través de un artículo llamado “El Canalla” dio a conocer que fue denunciado en 2008 por “violencia familiar y abuso sexual contra su propia hija”, con detalles verdaderamente escabrosos además de ser acusado de “intentar obligar a su pareja a abortar cuando quedó embarazada”. Un proceso que se extendió hasta 2014 cuando fue sobreseído, luego de múltiples apelaciones de la madre de la niña que aún sigue reclamando.

Cabe destacar, que durante todo ese proceso fue encendidamente defendido por su amigo Vicente Massot, quien fue dueño del grupo de medios La Nueva de Bahía Blanca, conocido por sus posiciones de derecha y procesistas, quien a su vez fue acusado de tener vínculos con la DINA (Servicio de Inteligencia Chileno) durante el Plan Cóndor y por la desaparición forzada de dos operarios gráficos en el centenario diario que en  2016, fue adquirido por el empresario de transporte Gustavo Elías, vicepresidente de la UIA de Bahía Blanca.  Massot finalmente también fue sobreseído.

Entre las últimas de Nicolás Márquez, que se jacta de su amistad con Javier Milei, se cuenta el vertido hace tres días de comentarios homófobicos y defensores de la Dictadura en una entrevista con Ernesto Tenembaum donde aseguró que la homosexualidad es "una conducta insana y autodestructiva".

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“Hay conductas objetivamente sanas y conductas objetivamente insanas. Entonces, cuando el Estado promueve, incentiva y financia la homosexualidad, como lo ha hecho hasta la aparición de Javier Milei en escena, está incentivando una conducta autodestructiva”, señaló el escritor ante la incomodidad de todo el panel periodístico.

“Uso la palabra homosexual e invertido como sinónimos] porque históricamente fueron utilizados así, lo que pasa es que la penetración ideomática fue tergiversando las palabras. Si uno toma un diccionario de hace diez años y busca la palabra ‘sodomita’ eran sinónimos, sin connotación insultante. Invertido tampoco. Se ha resignificado a partir de la presión de los lobbies. Yo no me voy a dejar arrastrar por el palabrerío de las neolenguas”, aseguró.

Sodomía, en realidad en la tradición judeocristiana es el uso de cualquier parte del cuerpo que no sea la introducción del pene en la vagina para mantener relaciones sexuales: fellatio, cunnilingus, masturbación y cualquier otro contacto no vaginal sea homosexual o heterosexual es considerado un acto sodomita y siempre tuvo una connotación negativa. Incluso en EEUU, centro de la decadencia occidental, la sodomía fue perseguida por la ley hasta al menos 2003 cuando dejó de ser delito en los últimos 14 Estados que habilitaban pena de prisión por la práctica independientemente del sexo o predilección de los practicantes. Incluso hoy hay enmiendas, que eluden las leyes federales, en varios estados que castigan con 15 años de prisión practicar sexo anal u oral -del sexo que fuere- pese a que hay sentencias de la Suprema Corte contra este tipo de normativas absurdas. Hoy la RAE define la sodomía como el acto sexual anal independientemente de la preferencia erótica.

Más adelante en la entrevista, Márquez defendió la Dictadura diciendo “no sé por qué tanto ensañamiento con el gobierno militar, cuando hubo un montón de dictaduras militares, empezando por la de Perón, que fue una dictadura totalitaria. Es bastante más grave”. “El peronismo no fue una democracia. El gobierno militar no quebró el Estado de derecho, no había Estado de derecho el 24 de marzo de 1976″ y que “cuando los guerrilleros eran colocados en cárceles comunes, los que estaban afuera atacaban esas unidades penales y generaban fugas permanentes. Así le estás dando información al ejército enemigo de dónde estaban tus propios guerrilleros detenidos. Se aplica en la jerga militar el LRD, que es el ‘lugar de reunión de detenidos’, donde los tenés, pero no le das información al bando enemigo”, fiel al Manual de Estilo del asesino Martínez, para alimentar culturalmente la “Teoría de los Dos Demonios”, que manifiesta que fue una guerra, cuando no lo fue. Los guerrilleros que cometían delitos eran delincuentes comunes pasibles de ser juzgados por secuestros, homicidios agravados y penas de prisión perpetua en un juicio con defensa. 

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El Estado no puede usar el terrorismo como política, es una asimetría absoluta de poder, pero lo de Márquez se inscribe en la más recalcitrante doctrina iniciada sobre Plaza de Mayo en 1955.

Todo esto le valió un importante repudió social, que no obstante la sirve para fidelizar a su núcleo duro de seguidores.  Evidentemente como hablamos al principio, la nueva derecha no tiene nada de nueva, ni de liberal, es el mismo conservadurismo defensor de las oligarquías que sigue demonizando a diferentes sectores pero que jamás revisa sus vínculos, conexiones, costumbres y comportamientos.

El propio Nicolás Márquez es frecuentemente sindicado por actores políticos, sociales y mediáticos o de forma anónima en redes sociales donde se difunden imágenes, que hoy todo se puede trucar, como una persona con preferencias homosexuales, algo que niega con vehemencia y enojo, sobre reaccionando incluso, como si serlo fuera un delito, por lo tanto, sin darse cuenta que también estaría siendo víctima de comentarios homofóbicos y segregacionistas como los que practica discursivamente.

“Somos dos personas normales", aseguró casi violentamente en una entrevista cuando le preguntaron si tenía una relación homoerótica con su compañero de ideales Agustín Laje. Repetimos no es degradante que lo fueran, ni tampoco que se lo pregunten si no es algo mal intencionado.

Pero debemos recordar que para Sigmund Freud, hay un mecanismo de defensa clásico que se llama transformación en lo contrario que sería algo así como que la angustia que provocan los sentimientos reprimidos se transforma radicalmente por un odio feroz a los mismos y eso luego se manifiesta en expresiones de ira y violencia contra alteres que representen eso que se rechaza o no se acepta en uno mismo.

Pero, lo que al realmente le preocupa a Márquez es que, según su línea de pensamiento sesgada, las minorías oprimen a las mayorías y esto es estrictamente cierto. Pero ni los putos, ni los pobres, ni las mujeres son los perpetradores de esto.

En todo caso, él es un acérrimo defensor de un sistema económico plutocrático, nómade de capitales y globalista. Y eso sí es verdaderamente un sistema de minorías opresivas. Tan opresivas, que hoy en día mencionar su existencia genera cancelaciones. Él no las sufre porque las defiende. Esa es la minoría verdaderamente dañina.

* Periodista especializada en DDHH.

 

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