Sexo “ajeno”, ruidos molestos y millonaria demanda: “Mi cliente pudo recuperar su vida”

Lo afirmó a Capital 24 el abogado del vecino platense que logró una indemnización de 24000 dólares de un hotel alojamiento de 1 y 61. Estrés, úlcera e insomnio fueron algunas de las graves consecuencias en su salud por el sonido de las personas teniendo relaciones sexuales, medianera mediante.

Región05 de septiembre de 2024
15 a

Un caso atípico, un leading case que sentó precedentes en la justicia. Así lo define el abogado Ezequiel Grasso a la demanda que ganó contra un hotel alojamiento por los ruidos molestos que provocaron graves afectaciones en la salud de un vecino lindero. 

El letrado señaló a Capital 24 que esta demanda permitió al damnificado, Jorge Ruiz, vecino del hotel, “recuperar su vida”. “Tuvimos que ser creativos para probar en la demanda civil los ruidos y que eso causaba un gran daño en la salud de mi cliente”, indicó el letrado. 

Jorge Ruiz demandó al Hotel Uno, de Avenida 1 entre 61 y 62 por los ruidos infernales que provenían de personas manteniendo relaciones sexuales y también de las máquinas lavadoras. Justo pegado a la pared de su habitación estaba la lavandería del hotel. 

El caso sentó precedentes, según explicó el abogado Grasso, porque la jueza civil que dictó una indemnización de 24000 dólares en favor de su cliente por daños y perjuicios, “en actualidad lo expone como un ejemplo en materia procesal en las clases que da en la Facultad de Derecho”. 

Es que el hecho fue ventilado con “oralidad plena”, como si fuese una causa penal a pesar de tratarse de una demanda civil. 

En ese debate pasaron testigos y varios peritos. “Se expusieron pericias en ingeniería civil y en arquitectura”, consignó Grasso sobre las audiencias orales en las que se pudieron probar que los ruidos molestos provenían del hotel. 

También se pudo establecer en ese debate oral los años que padeció el vecino Jorge Ruiz de insomnio, estrés y serios problemas gástricos. También perdió un trabajo y tuvo muchas dificultades familiares. Todo eso quedó demostrado en la batalla judicial desplegada en el fuero civil de La Plata. 

Además de la elevada indemnización, la justicia ordenó al hotel el traslado de la lavandería y que las habitaciones contiguas a la vivienda del demandante sean ofrecidas con menor asiduidad. 

Hoy Jorge Ruiz tiene 65 años. Es empleado administrativo. Y comenzó a dejar atrás un calvario que padeció durante una década con el Hotel Uno. En la demanda alegó que no podía disfrutar de la paz en su propio hogar. Los ruidos provenientes del lavadero del hotel, situado justo al otro lado de la pared de su casa sumado a los ruidos de “relaciones amatorias ajenas”, convirtieron su vida en un auténtico infierno. 

Las máquinas de lavar, los centrifugadores y los gritos provenientes de las habitaciones del hotel hicieron imposible descansar. “Era imposible vivir con ese ruido constante”, relató el propio Jorge en declaraciones periodísticas. 

Es que el sufrimiento no se limitaba a los ruidos. “Mi patio estaba lleno de desechos: fundas de almohadas, preservativos, latas, vasos... todo tipo de basura”, contabilizó Ruiz. La constante perturbación se convirtió en una crisis personal y de salud, que incluso lo llevó a sufrir complicaciones gástricas y estrés severo.

En 2018, Jorge Ruiz, a través de su abogado Ezequiel Grasso, demandó ante la justicia civil de La Plata al hotel por daños y perjuicios, y tras un intenso proceso judicial, obtuvo una sentencia favorable en 2019. 

La prueba determinante fue el decibelímetro, que demostró que el nivel de ruido superaba los límites permitidos. “Era difícil probar el daño psicológico y físico, pero la prueba de los decibeles fue contundente”, enfatizó el abogado Grasso. 

El juicio, que incluyó testimonios de amigos y exparejas de Jorge Ruiz, puso al descubierto la trama del sufrimiento que día y noche padecía. La compensación o reparación económica le permitió mudarse dentro de la misma propiedad horizontal, pero en una unidad con menos exposición a los ruidos infernales del hotel.

La sentencia y la indemnización le devolvieron a Jorge Ruiz la tranquilidad y también llevó a otras personas a consultar por conflictos de similar índole.  “Tras el fallo, mucha gente me preguntó cómo hacer una demanda por ruidos molestos” contó el letrado Grasso, pero ya no quiso tomar más demandas de este tenor. “Solo lo hice por Jorge, porque es amigo de mi familia, y especialmente de mi padre y celebro que haya obtenido ese resultado de la justicia”, precisó Grasso. 

El abogado remarcó lo “atípico” de este caso, porque tramitó con “plena oralidad” a pesar de ser un caso civil. “Eso le otorgó inmediatez y agilidad a una prueba testimonial y pericial que era compleja y diversa”, consignó, recordando las pericias de ingeniería y arquitectura para acreditar la existencia de ruidos molestos y sobre todo, su tremendo impacto. 

 

“El derecho se ejerce pensando”

 

Grasso contó también que la jueza que dictó la sentencia, Sandra Nilda Grahl, “hoy cita este caso en sus clases de la Facultad de Derecho en materia procesal”. 

“Es que se trató de un caso muy difícil de probar porque había que demostrar la relación causal entre el hecho y el daño –subrayó el letrado-, había que acreditar los ruidos del hotel y los daños en la salud“. 

En ese sentido, Grasso relató que “esta demanda era muy especial, porque era por mucho dinero, había que ser creativo e imaginativo. Como les digo a mis alumnos y se dice en la facultad: el derecho se ejerce pensando. Acá había que probar que la otra parte hace ruido”. 

“Además los testigos entraban dentro de lo que se denomina ‘las generales de la ley’. Es decir, eran amigos o familiares. Entonces argumenté que el damnificado solo podía llevar a su departamento a testigos conocidos y por ende, nadie hace ingresar a su vivienda a desconocidos. Y solo ellos podían dar cuenta de los ruidos”, explicó Grasso, rememorando que a partir de ese planteo, la jueza hizo lugar otorgando una excepción a la regla. 

De allí que considera a este proceso como un leading case. Oralidad, alta indemnización, difícil prueba. “La cuestión de fondo es cómo algo burdo y grotesco como un ruido generado por ejemplo por una relación sexual, generó tanto daño en la salud de Jorge Ruiz, como úlcera, estrés, insomnio. Llegó a perder un trabajo. Esa afectación gravísima en su salud quedó acreditada ante la justicia”, sostuvo su abogado. 

 

Un aeropuerto, a otro lugar

 

“Es una sentencia ejemplificadora. Porque no solo se dispuso la indemnización sino también que el hotel tuvo que reformar el lavadero, cambiarlo de lugar”, añadió el letrado. 

“Había y hay muy pocos antecedentes por un hecho dañoso, por el simple ruido. En la demanda puse como ejemplo el antecedente de un granjero de Estados Unidos. Lo cité y parecía algo descabellado. Pero la jueza hizo lugar al caso. Al granjero le pusieron un aeropuerto al lado de su granja. El hombre tenía gallinas ponedoras .Era su principal sustento. La justicia ordenó cambiar de lugar al aeropuerto”, explicó.

“En la sentencia se priorizó los derechos del damnificado y se acreditó el daño. El Estado falló a su favor. Es un caso análogo con el de Jorge Ruiz y el hotel alojamiento”. 

Grasso analizó que “lo importante es que Jorge pudo recuperar su vida. Comenzó en 2014 con una carta documento. Y la sentencia salió en 2018, se cobró en 2019”.

“Tuvimos que ir como clientes al hotel y pagar con débito para obtener el CUIL, CUIT y así identificar a quién íbamos a demandar. Esas cosas no se explican en la facultad. Si el derecho no lo ejercés razonando y con sentido común, no pasás de los libros. Hay que ser imaginativo”, concluyó el letrado. 

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