“Elena sabe”: la película que nos invita a revisar la maternidad (y las ganas -o no- de atravesarla)

En la primera escena –y me atrevería a decir, durante varias- cuesta descifrar si a quien estamos viendo en pantalla es a quien realmente pensamos.

Región04 de noviembre de 2024
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Por Florencia Mascioli, de la redacción de Capital 24 

 

 

En la piel de una mujer mayor, cabizbaja por un presente que todavía no se nos muestra a la vista, el desgano es, a priori, la única sensación que parece querer transmitirnos Mercedes Morán, la actriz que interpreta a Elena, una mujer surcada por los años, la experiencia, y atravesada por el avance de un Parkinson que no detiene una lucha que no se esperaba.

La protagonista es, a simple vista, una madre que al parecer no ha elegido serlo. O que lleva la maternidad como un peso devastador que le atraviesa la voz y la mirada. 

Su hija, Rita (personaje interpretado por Érica Rivas), profesora de un Colegio que pese a que su esfuerzo por intentar llevar una vida individual y paralela a la realidad de su madre, está aferrada a una situación que no eligió: convive con su madre en la casa de su infancia y pese a que ya tiene más de 40 años, Elena la sigue tratando como a una niña. Y además, desprestigia sus gustos, sus elecciones, sus decisiones y hasta sus formas de ver la vida. 

 

Una muerte

 

Si bien la trama se presenta ante nuestros ojos como un drama –y se rige de las características de ese género- tiene una trama, también, policial. Porque a pesar del escenario complejo e impuesto por el Parkinson –que atraviesa absolutamente a toda la historia- la muerte de Rita, que aparece colgada de una soga en el campanario de la Iglesia a la que frecuentaba desde adolescente, marca el comienzo y el final del film. 

A pesar de la condición física deteriorada, impostergable, ingobernable y hasta inmanejable que atraviesa la vida diaria de Elena, se pone al hombro la búsqueda de la verdad porque la idea de un suicidio no termina de convencerla.

Divaga entre noches de lluvia y comisarías, entre policías e hipótesis sin mucho sustento, con la idea de aferrarse y autoconvencerse de que a Rita la mataron y no pudo, bajo ningún punto de vista, haber cometido un suicidio.

 

La trama

 

La película va y viene en el tiempo: nos muestra una ida y vuelta entre un presente atravesado por la crueldad de una enfermedad que no tiene cura y que es degenerativa, tanto para quien la padece como para quien acompaña: Rita, que se encuentra en la disyuntiva de dedicarse puramente al cuidado de su madre y a la vez, pensar en proyectar su vida personal, con una pareja a quien Elena no acepta, casi como en la adolescencia, en donde los límites se confunden con la imposición de las propias creencias y hasta de las propias frustraciones.

La complejidad de la situación se acentúa cuando los cuidados que requiere Elena superan las expectativas de Rita: tener que convertirse en la madre de su madre. ¿Cómo es posible maternar a quien no ha sabido hacerlo? ¿Cómo es posible aceptar tener que optar entre la libertad y las responsabilidades que no se eligen? Entre una vida propia o la vida ajena.

 

La resignación

 

¿Cómo su hija, la persona que la cuidaba a diario casi sin chistar, frente al Parkinson que no le daba ni un día de respiro, podría haber tomado semejante decisión?

Elena sabe, en el fondo, que su manera de maternar no ha sido la más cálida ni la más respetuosa. Ni la más dulce ni la más acertada, en muchos casos.

Elena sabe, aunque prefiere guardarlo bajo siete llaves, que depositó en su hija la mayor parte de sus frustraciones durante toda su vida. Y a lo largo del film, pese a que busca entre cada rincón de sus recuerdos –y hasta en cajas que Rita atesoraba desde la adolescencia- una explicación que la convenza sobre la idea de un asesinato. Pero, ¿cuál habría sido el móvil?

 

Maternar a los padres 

 

A lo largo de la película Elena se encuentra y se enfrenta con todos esos fantasmas que intentó ocultar desde que nació su hija. ¿Una hija a la que no pudo aceptar nunca? ¿Una maternidad no deseada, tal vez, o desarrollada desde la resignación de tener que perder su libertad para ponerle el cuerpo (y la vida) a la llegada de un hijo al mundo?

Una libertad que le termina jugando una mala pasada, que termina “ahogando” a su propia hija en una realidad que ya no es capaz de soportar. 

Ser la hija de su hija, es y habrá sido la parte más difícil de la historia para Elena. ¿Cómo dejarse cuidar por alguien a quien ella no ha querido cuidar nunca?

Una película que trasciende la degeneración que provoca el Parkinson, y que saca a la superficie a los propios fantasmas, propios y ajenos, sobre el vínculo madre e hija, en el contexto más difícil posible. 

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