Milei cerró en Moreno: poca gente, defensa a Karina y llamado a votar

En una cancha barrial sin condiciones de seguridad, el Presidente clausuró la campaña bonaerense con un acto deslucido: esperaban diez mil y no llegaron a tres. Milei blindó a su hermana por el caso ANDIS, apeló a “kirchnerismo nunca más” y urgió a votar porque “cada voto vale más que en una elección normal”.

Política 03 de septiembre de 2025
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Cierre sin épica en el Conurbano

 

El cierre de campaña bonaerense de La Libertad Avanza se jugó en Moreno, en una cancha de barrio que era pequeña pero demasiado grande para las expectativas, grande para la logística y corta para los protocolos básicos de seguridad y emergencia. 

 

Lo que debía ser la demostración de fuerza final terminó siendo una postal hablada en voz baja por la propia militancia: prometían 10 mil, no llegaron a 3 mil (Otros dicen solo 1000), y una parte comenzó a retirarse antes del final del discurso. “Vivimos lejos y ya cobramos”, admitió sin rubor un grupo de “militantes rentados”. La escena sintetiza el momento del oficialismo en el territorio más áspero: si los punteros te sueltan la mano, la épica no arranca.

 

Milei eligió el tono que lo hizo conocido: denuncia, adversario claro y relato de asedio. Abrió con su estribillo preferido, “kirchnerismo nunca más”, y lo combinó con la defensa cerrada de Karina Milei en el escándalo de coimas en ANDIS. 

 

“Opereta” fue la palabra para enmarcar las filtraciones de audios y la acusación pública. No hubo guiños a fusibles ni alusión a eventuales reacomodos: la secretaria general de la Presidencia es el corazón del armado y el Presidente lo reafirmó con nombres y agradecimientos. En su universo, tocar a Karina es el atajo para entrar a su círculo de protección: el cierre la volvió bandera.

 

En paralelo, repasó agravios: que “los acusaron de chorros”, que “fueron contra nuestras vidas” y que “se metieron con mi hermana”. Todo en clave de “operaciones” y conspiraciones, con un agregado que repitió en entrevistas: el kirchnerismo “va a todo o nada”. La puesta, sin embargo, no transmitió victoria. 

 

Se vio más preocupación que euforia, más pedido que promesa y un hilo conductor que atravesó la noche: el voto desencantado. Milei lo dijo con todas las letras: si los propios no van, “ellos” (punteros, “votantes pagos”, “ñoquis”) ganan. Un cierre que, lejos de agrandar, achica el ring a una pelea defensiva por el conteo final.

 

Moreno: del casting de épica a la contabilidad de micros

La elección del club Villa Ángela (el “club de barro”, como lo definió la comunicación libertaria) buscaba una estética callejera, casi under. El resultado fue un mix incómodo entre barro literal, ausencia de vallados sólidos, pasillos de evacuación mal resueltos, ambulancias que llegaron tarde y un sonido que se perdía en los laterales. De los parlantes hacia los costados, entraba un picadito. Eso dijeron asistentes y lo confirmaron las tomas aéreas: no hubo ola violeta, apenas un oleaje irregular que hizo agua incluso con micros contratados.

 

La arquitectura del acto delató la arquitectura política del momento: sin intendentes propios ni una estructura municipal dura que oficie de anfitriona, LLA depende de punteros itinerantes que cobran por llenado. Si la billetera flaquea o la agenda se vuelve tóxica, esos contingentes se evaporan a la primera señal de aburrimiento. Por eso, cuando Milei se extendió en su defensa de Karina y volvió sobre las “tres operaciones” (chorros, vidas y familia), una parte de la tribuna inició la retirada. No era alegría: era trámite.

 

Aun así, el Presidente eligió doblar la apuesta: lejos de tomar distancia del escándalo ANDIS, se pegó a su hermana y bendijo el armado bonaerense que ella conduce. Al hacerlo, cerró la puerta a los fusibles y mandó una señal a la tropa: no hay plan B. En un conurbano donde los cierres se miden en músculo, la foto de Moreno dejó una enseñanza cruda: sin intendentes, sin punteros convencidos y con militancia rentada cansada, la épica no entra.

 

De “kirchnerismo nunca más” a “si no votás, ganan ellos”

 

El tramo político programático fue corto y eficaz: “kirchnerismo nunca más”, urgencia por ir a votar y la narrativa del empate técnico. “Cada voto vale muchísimo más que en una elección normal”, insistió, para fijar idea: si los “buenos” no van, “los malos” llenan la urna. Trabajadores vs. ñoquis, policías vs. chorros, bonaerenses honestos vs. los que viven de cobrar impuestos: un mapa moral en blanco y negro para exprimir la base propia y retener la primera periferia desencantada.

 

El subtexto fue transparente: la campaña no está para sumar, está para evitar que se vayan. Por eso la apelación emotiva al voto familiar, al amigo, a la idea de que “un individuo puede hacer la diferencia”. La preocupación por la abstención cruzó todo el discurso y se coló en la organización del acto: con tres mil asistentes cuando anunciaban diez mil, el fantasma no fue el voto en contra, fue el que no llega.

 

La segunda pata del cierre fue la seguridad personal: piedras, adoquines, “fueron contra nuestras vidas”. Milei convirtió la caravana accidentada en Lomas en un punto de fuga para la épica del riesgo, con un detalle que ni el equipo pudo disimular: la logística. Si los itinerarios empiezan a fallar y la seguridad de los actos queda en manos de operadores de ocasión, el mensaje se diluye. La épica necesita densidad; sin densidad, se vuelve altavoz de urgencia.

 

 “El kirchnerismo me quiere matar”

 

En entrevista con un medio europeo, el Presidente subió el tono y dijo que la oposición busca “destruir el plan económico, hacer manifestaciones violentas o intentar matarme”. En la comparación histórica, invocó la “estrategia de Hernán Cortés”: quemar las naves, ir a todo o nada. La narrativa completa el triángulo del cierre: asedio externo, fuego amigo neutralizado (Karina blindada) y llamado a la tropa. 

 

En la práctica, el recurso también desvía el foco del caso ANDIS y de la performance modesta en Moreno. Alarmismo controlado: el enemigo a las puertas siempre ordena a la tropa.

 

La lectura de realpolitik deja pocas dudas: el cierre de Moreno fue la foto honesta de lo que hay. Sin intendencias propias y con una red de punteros a destajo, la mística de redes se topó con el hormigón del conurbano. No hubo clima de alegría, sí de resistencia. No hubo plan B, sí ratificación del plan A con Karina al mando. Y, sobre todo, no hubo excedente de votos, por eso el martilleo sobre la abstención.

 

En política, los cierres dicen más que mil encuestas. El de LLA dijo esto: la campaña llegó al domingo con lo justo, el enemigo es el método (punteros, pago por cabeza, micros precarios) que se juró combatir, y el voto que define no es el que conquista, es el que evita perder. Moreno dejó un mensaje menos épico y más contable: si la base propia se queda en casa, no hay “kirchnerismo nunca más” que alcance. La apuesta de Milei es simple y audaz: mantener prendida la luz violeta con menos nafta, sostener a Karina cueste lo que cueste y llegar a la noche del domingo con el último hilo de épica. El conurbano, que lo conoce todo, ya tomó nota.

 

Blindaje explícito: Milei elogió a Karina por el armado bonaerense y trató de “opereta” la denuncia por coimas en ANDIS. Señal clara: no habrá fusibles y su destino está sellado al de la hermana.

 

La otra agenda del cierre: menos épica, más administración de daño. No llegaron a 3 mil cuando prometían 10 mil y pidieron a los desencantados que no se queden en casa.

 

 

 

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