Trump extorsionó a la Argentina: “Si Milei pierde no habrá plata”

El almuerzo en la Casa Blanca terminó en un gesto de poder colonial: Donald Trump le prometió asistencia financiera a Javier Milei, pero dejó claro que será sólo si gana las elecciones.

Actualidad 14 de octubre de 2025
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Estados Unidos busca consolidar su control sobre los recursos estratégicos del país, en especial las “tierras raras”, los minerales que sostendrán la economía tecnológica del siglo XXI.

 

Washington blanqueó que busca minerales estratégicos

 

El presidente Javier Milei almorzó este martes en la Casa Blanca con Donald Trump, rodeado de su equipo y del titular del Tesoro, Scott Bessent.

 

La postal, cuidadosamente producida, pretendía mostrar un alineamiento ideológico y una “nueva alianza hemisférica”. Pero bastaron tres frases para exponer la naturaleza real del vínculo:

“Si Milei pierde las elecciones, no seremos generosos con Argentina. Si gana un socialista, no vamos a perder el tiempo”, dijo Trump ante la prensa.

La diplomacia quedó reducida a una amenaza. 

 

En el juego de poder, Washington no solo respalda al libertario argentino: lo somete a una condicional explícita. El rescate financiero del Tesoro norteamericano se transforma así en un instrumento de presión electoral.

 

La escena fue tan elocuente como brutal: un presidente estadounidense se permite intervenir abiertamente en la política interna de otro país. Y un presidente argentino agradece el condicionamiento con gesto servicial.

 

Milei, que tantas veces prometió “romper con la casta y con la dependencia”, terminó sonriendo frente a un mensaje que, en otras épocas, hubiera desatado una crisis diplomática.

 

La extorsión perfecta

 

Scott Bessent, cerebro financiero del acuerdo y hombre de confianza de Trump, fue aún más claro: “Estamos confiados en que el presidente Milei y su coalición ganarán las elecciones. 

 

Esta ayuda está sujeta a políticas económicas fuertes. Volver al peronismo haría reconsiderar la situación.” En otras palabras: si Milei pierde, no hay dólares.

 

No es solo una intromisión; es una advertencia. El Tesoro de Estados Unidos, que promete una asistencia millonaria, ata la estabilidad macroeconómica argentina al resultado de octubre. Ninguna institución multilateral, ni siquiera el FMI, se había animado a condicionar con semejante descaro.

Lo notable es que Milei lo celebró. En su breve discurso inicial, agradeció “a Donald y a Scott por ayudarnos a superar los ataques políticos de nuestros opositores” y describió la ayuda como “una ruta de tranquilidad para los argentinos de bien”. 

 

Habló como un delegado de un protectorado norteamericano, no como el jefe de un Estado soberano.

 

El gesto de sumisión fue tan evidente que incomodó incluso a parte de su propia comitiva. Patricia Bullrich miraba hacia el techo; Caputo y Bausili tomaban notas ficticias; Werthein fingía revisar la agenda. Trump, mientras tanto, disfrutaba de su rol de patrón.

 

El precio de la lealtad

 

La política internacional de Milei, autodefinida como “alineamiento total con Occidente”, empieza a mostrar su factura.

 

En el lenguaje real de la diplomacia, lo que Estados Unidos ofrece no es “ayuda”, sino un mecanismo de control. Bessent lo explicó con la precisión de un financista: se trata de un préstamo condicionado, con supervisión técnica y con objetivos geopolíticos explícitos.

 

El primer objetivo: desplazar gradualmente a China de la economía argentina.

Trump lo dijo sin rodeos: “Pueden seguir comerciando con China, pero retirándolos de a poco. Nada militar, porque ahí me pondría muy molesto.”

 

La frase —entre paternalista y amenazante— muestra el límite del llamado “realineamiento occidental”: el libertario puede jugar con el discurso de la libertad, pero su margen de maniobra está determinado por el humor del imperio.

 

Lo que está en juego no es solo la relación bilateral: es el mapa global de los recursos estratégicos. Y ahí aparece el verdadero interés estadounidense.

 

Las tierras raras: el nuevo oro

 

En los pasillos de la Casa Blanca, lejos de los flashes, el equipo económico de Trump deslizó la palabra clave: “rare earths”. Las “tierras raras” —diecisiete minerales esenciales para la industria tecnológica, militar y energética— son el botín geológico más codiciado del siglo XXI.

 

Estados Unidos depende hoy de China para más del 70% de esos insumos. Y la guerra comercial entre Washington y Beijing convirtió el control de esos minerales en una prioridad de seguridad nacional.

 

Argentina, aunque no figura entre los grandes productores, tiene presencia geológica confirmada en al menos siete provincias: San Luis, Córdoba, Mendoza, Salta, Jujuy, Catamarca y Río Negro. Los estudios del SEGEMAR muestran un potencial que podría ubicarla entre los quince mayores reservorios del planeta.

 

Bessent, en voz baja, habría insinuado que “el Tesoro quiere garantizar cadenas de suministro seguras con países aliados”. Traducido al lenguaje diplomático: quieren quedarse con el subsuelo antes de que lleguen los chinos.

 

Trump, que ya había presionado a Ucrania por sus yacimientos de tierras raras durante su primer mandato, no oculta su estrategia. Lo que busca es acceso preferencial, contratos, licencias y control logístico. No rescata gratis: invierte en dependencia.

 

Entre el dogma y la realidad

 

Milei insiste en que “la libertad avanza”, pero cada paso lo ata más a la órbita de Washington. En nombre del libre mercado, entrega la regulación del propio tablero. Trump, en cambio, despliega la vieja lógica imperial revestida de pragmatismo financiero: “te ayudo si ganás, te abandono si perdés”.

 

Lo que se presentó como un almuerzo diplomático terminó siendo una clase magistral de realpolitik: Trump impone condiciones, Milei agradece, y el pueblo argentino —sin haber sido invitado— paga la cuenta.

 

En su discurso de cierre, el libertario volvió a mencionar “la amenaza del socialismo del siglo XXI” y repitió que “la alianza con Estados Unidos nos garantiza un futuro de prosperidad”. Nadie se atrevió a recordarle que ese mismo argumento fue usado por todas las dictaduras latinoamericanas del siglo pasado.

 

Mientras tanto, los mercados reaccionaron con volatilidad y los analistas internacionales advirtieron el riesgo de “financiar un experimento ideológico”. Pero en la Casa Blanca no hubo espacio para dudas: la foto con Trump valía más que cualquier programa económico.

 

La servidumbre sonriente

 

Al finalizar el almuerzo, Milei entregó una carta de agradecimiento escrita por los familiares de los rehenes argentinos liberados en Gaza. Trump la recibió como si fuera una ofrenda. “Lo que hizo es digno del Nobel de la Paz”, decía la carta.

 

La escena fue perfecta para la narrativa del libertario: emoción, épica, salvación. Pero también consolidó su papel de súbdito agradecido. En un país que alguna vez discutió la independencia económica como bandera, el presidente se comporta como un gestor colonial agradeciendo la “protección” de su metrópoli.

 

La incomodidad fue visible: ni una sola mención a la agenda regional, a la integración sudamericana o a la soberanía sobre los recursos. Todo giró en torno a Trump, a su candidatura y a su promesa de “ayuda si ganás”.

A las 13:45, Trump lo despidió con una sonrisa y un apretón de manos que valía más que cualquier firma. Para Milei fue un gesto de respaldo; para los analistas internacionales, la imagen de un vasallo aceptando condiciones.

 

Así, entre brindis y banderas, la Argentina volvió a ser protagonista involuntaria de una vieja historia: la de un país que entrega el futuro a cambio de un presente que nunca llega.

 

Trump, con su estilo brutal y eficaz, marcó el precio de la obediencia: si Milei gana, hay dólares; si pierde, no hay república que valga.

Y el libertario, fiel a su credo, aplaudió.

 

En un mundo donde los imperios ya no necesitan invasiones sino contratos, el banquete en la Casa Blanca fue una metáfora perfecta: mientras el magnate hablaba de libertad, servían el postre sobre el mapa de las tierras raras argentinas.

El libertario se fue convencido de haber logrado apoyo internacional. Pero lo que realmente obtuvo fue un collar de oro: reluce, brilla, y ahoga igual.

 

“Si Milei pierde las elecciones, no seremos generosos con Argentina.”

—Donald Trump, entre el postre y la sobremesa.

 

El Tesoro no regala dólares: compra lealtad, influencia y minerales críticos para la era digital.

 

 

 

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