La Inteligencia Artificial llega a las escuelas de la Argentina: ¿Se sentará en un banco u ocupará todo el pizarrón?

Será una materia obligatoria en todos los colegios del país y se trata de una propuesta que busca formar ciudadanos capaces de entender su funcionamiento, interactuar con estas tecnologías y utilizarlas de forma creativa y responsable. En tiempos donde la tecnología se sienta con nosotros a la mesa, ¿esto puede ser posible?

Actualidad 13 de agosto de 2025
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Por Florencia Mascioli, de la Redacción de Capital 24 

 

Hace unos días se conoció la iniciativa impulsada por el Ministerio de Capital Humano a través de la Secretaría de Educación, que propone aplicar la inteligencia artificial (IA) a los distintos tramos pedagógicos de las escuelas, desde el jardín de infantes hasta la secundaria. ¿Qué significa esto? Que desde el Gobierno Nacional incorporarán una materia obligatoria a las escuelas de todo el país, en el marco del nuevo Programa Argentino de Innovación de la Educación con Inteligencia Artificial (PAIDEIA). 

La UNESCO definió a la Inteligencia Artificial (IA) como “máquinas capaces de imitar ciertas funcionalidades de la inteligencia humana incluyendo la percepción, el aprendizaje, el razonamiento, la resolución de problemas, la interacción del lenguaje e incluso la producción creativa”.

Claro que como todo lo nuevo y lo desconocido, como padres, esta decisión del Gobierno Nacional podría generarnos un cierto temor, sobre todo si pensamos que hoy en día la sobre exposición a las pantallas –sobre todo en los niños más pequeños-  tiene consecuencias comprobables. 

 

La sobreexposición

 

La Sociedad Argentina de Pediatría expresa que “el uso excesivo de pantallas por períodos de más de 2 horas de exposición a medios electrónicos puede afectar el cerebro de los niños/as pequeños debido a su inmadurez y desencadenar repercusiones en el desarrollo de habilidades cognitivas, motoras, del lenguaje, socioemocionales, que repercuten fuertemente en el aprendizaje. Además impactan en la memoria y la atención lo que genera problemas en el comportamiento, el rendimiento escolar y la salud en general”.

Esto significa que –y teniendo en cuenta que la IA está presente en teléfonos celulares inteligentes, juegos en línea, herramientas de traducción automática, reconocimiento facial como factor de seguridad en dispositivos, aplicaciones para automatización de tareas repetitivas como chatbots, aplicaciones para creación o edición de textos, imágenes, voces, videos, e incluso música; vehículos autónomos y análisis de datos en medicina- ponerles en la mano a los niños y a los adolescentes, desde los establecimientos educativos, algo a lo cual no queremos sobreexponerlos, podría suponer una disyuntiva que nos hace pensar cuán beneficioso podría ser que la IA esté presente en los salones y en los pizarrones de las escuelas.

Según se informó desde la Secretaría de Educación, la IA estará aplicada en los colegios en el marco de PAIDEIA, un programa que propone integrar la inteligencia artificial en la educación desde una perspectiva humanista, crítica y ética; sin presentarla como una amenaza: buscando formar ciudadanos capaces de entender su funcionamiento, interactuar con estas tecnologías y utilizarlas de forma creativa y responsable. 

 

Nuevo modelo educativo

 

Ahora bien: ¿Cuánto puede llegar a cambiar un modelo educativo que hasta ahora hacía hincapié en potenciar las habilidades de razonamiento de los alumnos en las distintas áreas de conocimiento, y que con la inclusión de la Inteligencia Artificial como materia obligatoria podría llegar a hacer retroceder o fracasar el intento de potenciar la creatividad, la imaginación y la autonomía de cada uno de los alumnos?

Cuando hoy en día en las aulas los docentes proponen un modelo pedagógico que contemple la adecuación de estos tiempos a la convivencia con las nuevas tecnologías, e intentan buscar herramientas que les permitan lograr una mejor atención y concentración de los alumnos durante las clases, la IA tal vez venga a hacer tambalear los malabares que muchos maestros de grado deben hacer para que los alumnos no se distraigan con el celular mientras están frente a un pizarrón. 

¿Cuál va a ser el límite, entonces, si lo que se busca con esta iniciativa es acercar la tecnología a los colegios y abrirle la puerta a un umbral desconocido que tal vez ponga en pausa el desarrollo del pensamiento autónomo? La Inteligencia Artificial, como su nombre lo dice –y tal como lo definió la UNESCO más arriba-  está compuesta por máquinas capaces de imitar ciertas funcionalidades de la inteligencia humana incluyendo la percepción, el aprendizaje, el razonamiento, la resolución de problemas, la interacción del lenguaje e incluso la producción creativa. 

¿Qué queda para nuestros chicos si les facilitamos una herramienta que les ahorrará varios pasos en la producción del conocimiento?  A pesar de que el foco de esta propuesta tendrá en claro que todo deberá ser bajo la estricta supervisión del docente, si aún no podemos controlar que no se dispersen con los celulares, ¿cómo vamos a lograr que vuelvan a tener interés en esforzarse por lograr el conocimiento, cuando es más fácil tenerlo todo “servido”? 

El programa PAIDEIA busca acercar la IA a los distintos niveles pedagógicos: en la educación inicial,  se hará hincapié en introducir herramientas tecnológicas de forma lúdica, evitando la sobreexposición a pantallas; en el caso de la educación primaria, se buscará potenciar el desarrollo del pensamiento computacional mediante el uso de algoritmos y la resolución de problemas; por último, en la escuela secundaria, la idea es enseñar a utilizar herramientas basadas en IA para producir textos, analizar datos, organizar información y resolver desafíos. 

Si bien considero que la tecnología ha nacido casi de la mano de las nuevas generaciones y que van codo a codo en la formación de sociedades más capaces en cuanto a producción y desarrollo, me cuesta pensar de qué manera la IA puede entrar a las aulas sin robarle protagonismo ni a las cualidades de la enseñanza docente ni a las habilidades cognitivas de los alumnos que hasta el momento nacían pura y exclusivamente de su propio razonamiento. 

No reniego del esfuerzo que ha tenido que hacer mi generación –y algunas previas- aprendiendo a buscar en la Encarta o recorriendo estantes de libros en las bibliotecas para buscar esa información que nos pedían para hacer un trabajo escolar. No reniego de las revistas que recortábamos de chicos buscando figuritas para Ciencias Naturales ni de la cantidad de resúmenes de resúmenes que he hecho en la Facultad cuando la tanda de fotocopias era interminables.

Hoy, la educación parece querer tomar un giro que busca obtener grandes y mejores logros, pero quizás, a costa de menores esfuerzos. Hoy todo está adentro de una “máquina”, detrás de una pantalla, de un chat, de una información que se brinda sin esfuerzo y que se recibe con los ojos cerrados. Temo que dejarles a las infancias y a la adolescencia la solución al alcance de la mano, sea la puerta que los conduzca hacia la “sociedad del libertinaje”, en donde no existan los límites, esos que tanto nos cuesta ponerles ahora. 

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