El caso Francesca Fernández: la cara “visible” de la violencia vicaria e institucional

Tenía 5 años. La mató de tres puñaladas su propio padre. La madre de la niña lo había denunciado varias veces por violencia de género.

Región04 de diciembre de 2024
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Tenía restricción perimetral pero se le había expirado. ¿Nadie hizo un seguimiento de esa medida cautelar? La respuesta parece clara: hay medidas cautelares que dejaron de ser efectivas. Nos siguen matando. 

 

NOTA

 

Por Florencia Mascioli, de la redacción de Capital 24 

 

“El Chaco”. Ese es el apodo con el que aún se conoce a Hugo Orlando Fernández. Y digo “aún” porque a pesar de que después de matar a su hija clavándole un cuchillo en el pecho, intentó quitarse la vida, no lo logró. Está preso, claro. Pero cometió el acto más aberrante que puede llevar a cabo una persona: asesinar a su propia hija.

Todo sucedió el viernes 22 de noviembre alrededor de las once de la noche en una vivienda ubicada en Berisso, en calle 38 y Esteban Echeverría. A tan solo nueve cuadras de la casa de Francesca, quien vivía junto a su madre, residía el asesino: Hugo Fernández, a quien su ex pareja había denunciado en varias oportunidades por violencia de género, a quien le habían otorgado una restricción perimetral que había expirado hace casi un año y  la cual este asesino había incumplido en reiteradas ocasiones.

 

Las pericias que lo complican

 

Después del asesinato, Hugo Fernández intentó quitarse la vida con el mismo cuchillo con el que le arrebató los sueños a Francesca, de tan solo 5 años, quien vivía junto a su mamá. El informe de las pericias psiquiátricas da cuenta, en primera instancia, que el hombre de 35 años se encontraba consciente al momento del ataque.

Luego del estremecedor hecho y de que fuera trasladado de urgencia al Hospital Larrain de Berisso producto de las heridas cortantes que él mismo se había generado tras matar a Francesca, quedó detenido pero en los últimos días, en el marco de la investigación iniciada por la fiscal Ana Medina, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N° 1 de La Plata, el asesino se negó a declarar.

El imputado –de quien se conoce, era mecánico y tenía adicciones a las drogas y al alcohol- fue dado de alta y se lo trasladó a la Unidad 34 de Melchor Romero en el marco de la causa que podría caratularse como “homicidio triplemente calificado por vínculo, alevosía y con el propósito de causar sufrimiento”.

 

Violencia vicaria

 

El caso de Francesca podría ser entendido dentro de lo que se entiende como “violencia vicaria”, un término no tan conocido por el común de la gente pero sí en el ámbito jurídico. Se puede definir como un tipo de violencia de género a través del cual el agresor utiliza a terceras personas, principalmente a las hijas e hijos, para ejercer control sobre la mujer y causarle el mayor daño posible. Tal es el caso de Hugo Fernández, quien había sido denunciado por la madre de la niña por violencia de género; quien además, tenía que respetar una restricción perimetral –ya vencida y no renovada: así nos cuida el sistema judicial-; y quien había violado la medida en varias ocasiones, cometiendo el delito de lo que se conoce como “desobediencia”. La mujer contaba con una medida de protección, pero ni siquiera eso sirvió para proteger a su hija. 

Un viernes a la noche, Hugo Fernández ingresó sin permiso a la casa de la madre de su hija y tras una discusión, se dirigió hacia la cocina, tomó un cuchillo y se acercó a la nena, asesinándola de tres puñaladas frente a su mamá. ¿Qué peor daño se le puede hacer a una madre que asesinar, frente a sus ojos, a su propia hija? 

Si hacemos un paralelismo de casos, José Mario Aguerrido, el abogado de Cristian, el padre de Lucio Dupuy, aseguró en su momento que “los abusos que sufrió Lucio determinan que fue un homicidio por odio de género masculino y que la madre fue coautora”. ¿Y Francesca? Francesca también. Francesca era mujer. Francesca estaba al cuidado de su mamá. Francesca tenía 5 años y ni la Justicia protegió a su mamá que se animó a denunciar la violencia de género, y menos la protegió a ella.

Alevosía y ensañamiento: dos términos jurídicos que se nos vienen a la memoria si recordamos la condena tras el asesinato de Lucio Dupuy. “Las asesinas tuvieron una razón y esa razón es el odio hacia el género masculino”, advirtió el abogado del padre del menor.

¿Y Francesca? Francesca también era mujer y el mismo odio que le habrá tenido a la madre de la nena para ejercer tanta violencia –que tan valiente y capaz de denunciar para pedir ayuda- le habrá tenido a su propia hija, a quien le clavó tres puñaladas frente a su propia madre: “Un caso típico de violencia vicaria es cuando el agresor, para vengarse de la mujer, ataca a los hijos”, aseguró en algún momento José Mario Aguerrido.

 

La violencia más cruel 

 

Asesinar a un hijo debe ser uno de los crímenes más aberrantes que el ser humano puede cometer. Ahora bien: hacerlo frente a la madre de la criatura, debe ser el tipo de violencia más perversa que una mujer pueda sufrir.

¿Dónde está la Justicia cuando hay que proteger a las mujeres de los violentos? ¿Dónde está la Justicia cuando hay que proteger a los hijos de esas mujeres violentadas? La mamá de Francesca se había animado a hablar, a denunciar y a pedir ayuda. La Justicia le otorgó una medida de protección –una restricción perimetral- para que Hugo no pudiera acercarse a ella. Medida que el asesino violó en varias oportunidades. Pero, ¿qué tipo de seguimiento hace la Justicia frente a los violentos? ¿Qué otro tipo de ayuda tenemos que pedir? Porque una medida de “no asesinato a nuestros hijos” todavía no existe.

Francesca es el claro ejemplo de lo que hoy conocemos como “violencia vicaria” y que parece que los que tienen el poder de condenarla, están intentando callar. Aquel que ejerce violencia contra una mujer, ¿por qué no la ejercería contra sus hijos? Hace falta, en el caso de las mujeres y de las niñeces, dejar de mirar para otro lado. Francesca ya no está entre nosotros. Y Hugo, todavía sigue vivo. 

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