25N: Basta de violencia hacia las mujeres

Hoy -Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres- volvemos a marchar, a gritar, a intentar sensibilizar, a denunciar y reclamar políticas públicas para erradicar la violencia de las que las mujeres y las niñas son víctimas alrededor de todo el mundo.

Actualidad 25 de noviembre de 2024
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Por Florencia Mascioli, de la Redacción de Capital 24 

 

 

Venimos de fechas que nos sacuden el alma, la piel y la memoria. El 19 de noviembre se conmemoró el Día Mundial para la Prevención del Abuso Sexual de Niños, Niñas y Adolescentes. El 20 de noviembre –por primera vez en 1989- se aprobó la Convención sobre los Derechos del Niño, el cual reconoce que los niños y las niñas son sujetos de pleno derecho, al igual que los adultos. Y hoy, 25 de noviembre, es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres.

En lo que va del 2024 –y con lo poco que le queda-  según el Observatorio “Ahora que sí nos ven”, hubo 207 femicidios en la Argentina: 1 cada 35 horas. Y en todos estos meses 215 niños y niñas perdieron a sus madres, a manos de los violentos.

No es coincidencia que estas tres fechas estén una tan cerca de la otra: las mujeres, las madres, los agresores y los niños. 

Un arma de doble filo. Un manual de comportamientos macabros, psicopáticos y conductas dolosas que tienen muy en claro el daño que provocan. De esas 207 mujeres asesinadas, el 18% hizo al menos una denuncia y el 10% tenía, al menos, una medida judicial. En la vivienda de la víctima, en vivienda compartida, en la vivienda del agresor, en la vía pública. Sus parejas, ex parejas, familiares, conocidos y desconocidos. Con armas blancas, armas de fuego, a golpes, por asfixia, quemadas y vaya uno a saber de qué otras maneras los violentos se salen con la suya.

Si pudieran asesinar a la Justicia, a los jueces y a los funcionarios que les imponen las medidas cautelares, seguramente también lo harían. Con la diferencia de que, tal vez, el resultado sería otro.

El sistema judicial está colapsado de denuncias, es cierto. Está lleno de expedientes, pruebas, pedidos de ayuda y redes de sostén. Pero, ¿qué pasa con todas esas mujeres que no logran salir del círculo de la violencia, que no se animan a contar lo que viven, que aún son presas de sus agresores y que por la razón que sea, no pueden salir de ahí? Terminan muertas. Y ellos, en la mayoría de los casos, salen invictos de una guerra que no quisieran terminan nunca: porque la disfrutan. Los violentos tienen un haz de psicopatía porque no sienten ni vergüenza ni remordimiento, ni empatía ni lástima, son egocéntricos por naturaleza y vulneran, cada vez que pueden, los derechos de sus víctimas.

 

POESÍA

 

“LA HERIDA INFINITA”

 

El tiempo no cura todo.

Es mito, leyenda o puro cuento.

El tiempo nos abre las heridas, 

muchas veces,

y posterga los procesos.

 

De ese dolor ya no se vuelve.

La mirada hostil y penetrante

la voz hiriente y lastimosa

el empujón que te nacía desde adentro

y las palabras que vomitabas de tu boca.

 

Esas heridas no se cierran.

Hay curitas de amor para paliar

pero la memoria no sabe callar

y el alma duele cuando empieza a recordar.

 

¿Qué sentías cuando me veías llorar?

Tu rabia empapaba las cuatro paredes

llenaba de odio el ambiente,

con  tu cara enervada de bronca,

tu frustración presente y pasada,

proyectaste en mí tu propia culpa

por no haber resuelto tus traumas.

 

¿Qué sentías cuando me veías temblar?

Más miedo te tuve, menos me dejaste hablar.

Me convertí en tu títere sin cabeza

ya no me dejabas pensar.

Era tan inútil según tus insultos

que hasta yo me lo creí de verdad.

 

¿Qué sentírás ahora que ya no estoy?

Que pude salir y decir ‘me voy’.

Que no estoy ahí para ser tu bufón

ni podés obligarme a pedirte perdón. 

 

¿Qué sentirás ahora que ya puedo hablar?

Que ya no me callo para no hacerte enojar.

Que no sé aún cómo manejar mi libertad

porque me la robaste en la cara

y no supe escapar.

 

Hoy ya no ponés la llave en la puerta y empiezo a temblar

cuando venías o sabía que estabas por llegar.

Hoy la puerta la abro yo, y, decido, en otro lugar.

Mi vida no depende de tu humor siniestro

ni de tus conflictos internos,

de tus fracasos o competencias,

de tus enemigos externos.

 

Hoy veo la violencia, la reconozco

la pude abrazar y decirle que acá no.

Que viene arraigada a vos,

a tu pasado y tu presente,

y que como mujer fuerte que soy,

a mí ya no me pertenece. 

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