Presentan la tercera edición del libro “El Síndrome Doña Florinda”

Ante este medio Rafael Ton se define como “argentino, admirador de Arturo Jauretche, hincha en todas las horas de Gimnasia y Esgrima La Plata, como lo fue Hebe (de Bonafini), como lo fue la madre de Cristina (Ofelia Wilheim), (René) Favaloro, como lo es María Becerra, como lo fue mi suegro y como lo son mis nietos. Gimnasia es el club que le brindó a D10S la oportunidad de despedirse en muchos estadios de nuestro país, su última casa fue el Bosque del Lobo. Y por convicción personal soy peronista. Me gusta contar historias, leer y escribir”.

Rafael Ton dialogó con Capital 24 sobre el lanzamiento de la tercera edición de “El síndrome doña Florinda”, un libro que escribió entre 2011 y 2012 pero publicó un poco después y que se puede obtener en La Normal Libros, ubicada en 7 entre 55 y 56.

“El universo creado por Gómez Bolaños es una ventanita a los barrios del mundo, creo yo. Allí vi el personaje de Doña Florinda, y no tardé en darme cuenta que era un reflejo caricaturesco de vecinas y vecinos que todos conocemos”, destaca.

La Doña Florinda argenta

Rafa Ton destaca, en diálogo con Capital 24, que “la Doña Florinda argenta (o, también, don Fariseo, como digo en el Libro) es profundamente cipaya, desprecia todo lo que se hace en su “vecindad”, se para sobre un pedestal inexistente que la hace creer más grande, y creerse más culta y más inteligente que la supuesta chusma que la rodea. Come pollo y eructa caviar. Como paga sus impuestos se cree con derecho a opinar de todo”.

Cuenta que “obtuvo pensión de ama de casa, cobra un aguinaldo extra cada año, fue a la escuela en su barrio, recibió vacunas gratuitas, pasea con planes de viajes con descuento que otorga el gobierno, su hijo asistió a una universidad sin arancel, tiene a su alrededor asfalto, construcciones, espacios verdes y hospitales gratuitos, pero rebuzna que la política no le dio nada”.

Agrega que “repite lo que dice “Majul” y lo que sospechan en TN, todo le sirve para reforzar su anti nacionalismo popular, y se cree, entonces rubia natural, de ojos verdes, de la realeza, y más blanca, desprecia a los morochos, aunque cuelga su ropa en la misma soga que Don Ramón. No se replantea nada. Educa a su hijo bajo estos parámetros. Como buena cipaya, si ve diez tiroteos en Estados Unidos, le parecen accidentes, no lo juzga como inseguridad, pero un tiro en Argentina es la muestra de todo lo malo que es este país (no se incluye, nunca dice, nuestro país). De política, ya se sabe para donde apunta, esta señora que llora en las redes si matan un león en África, llorando por la falta de humanidad, y al minuto pide pena de muerte para un ladrón menor de edad. La amplia mayoría, disfrazadas de socialistas democráticas, fans de Arturo Illia porque murió sin riquezas, o de apolíticas, sobre todo, son, fundamentalmente, antiperonistas. Detestan que el resto cobre aguinaldos, tengan fútbol gratis para mirar en televisión o los pibes que estudian tengan una netbook, esos son cosas que ella, trabajadora impoluta, merece, el resto, la chusma: no. En el libro doy algunos ejemplos, el lector puede aportar los suyos, seguramente, o pudo haber vivido situaciones similares a las que describo”.

Respecto al lanzamiento de esta tercera edición del libro, Rafa Ton destaca que “me encontré varias veces con un caso similar: chicos jóvenes que me decían ‘se lo voy a pasar a mi viejo, a mi vieja, para que lo lea, le va a venir bien’. Esto es algo bueno, creo, y no lo digo por mi modesto ensayo”.

“Todos conocemos a alguna”

El libro es una radiografía de ese sector de la población a la que poco le importa el bienestar común: tan solo piensa y actúa en pos de su propia realidad. En palabras del autor, “existe un sector de clase media que cuando logra elevar su estándar de vida, rápidamente, manifiesta menosprecio por el resto de su "vecindad" y le molesta la posibilidad que el resto tenga oportunidades de progreso o bienestar. Doña Florinda de Argentina presume que el contexto no importa y que a nadie le debe agradecer nada cuando le va bien. No tiene empatía con sus vecinos. Se desatiende de la historia de su país. En redes sociales defiende a los ricos que la ignoran y pide pena de muerte para el pequeño ladrón. Cree y reproduce toda fake news si viene bien para lo que opina. Come guiso de lentejas pero eructa caviar. Todas sus metas se basan únicamente en su bienestar personal”, y agrega que “en Argentina todos conocemos alguna (o alguno -un Don Fariseo- ya que esto no es una cuestión de género)”.

En su libro, Rafa Ton la define a la perfección: “Y allá está la cipaya que odia su vecindad argentina, pero nunca se muda. Cree que nadie vale más que ella; reniega de la política que le dio su pensión de ama de casa, la universidad sin arancel para su hijo, los descuentos que usó para viajar por el país, el transporte y la luz subvencionados que le daba el gobierno que detestaba, la calle asfaltada, las vacunas contra la gripe y el medio aguinaldo que gasta antes de cobrarlo, entre otras cosas. Allá está ella, rebuznando que merece algo mejor, orgullosa de su postura de “estoy en contra de”, justificando despidos, represiones y recortes. Es la misma que buscaba faltantes o errores cuando se inauguraban trenes u hospitales. La que repite exactamente lo que dicen los “Majules” de turno, pero que asegura que piensa por sí sola. La que sistemáticamente desprecia o habla peyorativamente del trabajo de sus vecinos. La que habla de patria en los mundiales, pero odia a sus compatriotas”.

Contexto político

Respecto al contexto político, el autor le cuenta a este medio: “Allá por 2015 nos decían que todo, todo, era negativo. Estaría bueno que el odio no nos juegue en contra, no estamos pagando deudas por un robo y un despilfarro de esa época, si miramos bien, por nosotros mismos, plata nos empezó a faltar a los argentinos, cuando llegaron los que estos grandes multimedios nos decían que eran los ricos honestos. Ahí volvió la deuda que estamos pagando nosotros, ahí nos vendieron que cerrar y recortar era la solución para que se viva mejor, ahí nos cambiaron inflación por un salario que cada mes, alcanza para un poco menos. Un país donde ir a trabajar y prender una estufa nos cuesta muy caro. Y ante esto, Doña Florinda, que todo le cuesta mucho más, sigue enganchada en su odio. Si uno le pregunta que le faltó dirá “un PBI”, sin saber que es. No tiene más postura que estar en contra, a este personaje le jode si un grupo de jubilados corta una calle por tres horas, pero aplaude si la policía, para no dejar protestar a esos jubilados, corta esa misma calle, pero por ocho horas. En su afán de creer que el antiperonismo la eleva, es capaz de justificar despidos, llegó a repetir, allá por 2014 que se pagaba poco de luz, gas y transporte”.

Y por último, reflexiona: “Ojalá que se hagan las cosas para que en el futuro tengamos menos Florindas, y más gente que ame su entorno, quiera mejorarlo, no cambiarlo; que sienta a los vecinos compatriotas como tales; que reemplace cipayismo y aporofobia por empatía y se abrace a causas colectivas”.