“Ángela”, la nueva miniserie que ayuda a comprender cómo actúan los psicópatas narcisistas para ejercer abuso emocional

Puertas para afuera, una familia perfecta. Puertas para adentro, una mujer deja de ser dueña de su propia vida, de su identidad, de su carrera, de sus gustos, de sus opiniones y puntos de vista, de sus hijas y hasta de su propia cordura. La violencia de género en su máxima expresión.

Sociedad & Cultura14 de julio de 2025
14

Por Florencia Mascioli, de la Redacción de Capital 24

 

Ver escenas de la vida propia en una serie no es para nada fácil. Se me vienen a la memoria cada uno de esos infiernos que todavía me hacen sentir culpable y sobre los cuales el mundo entero debería tomar conciencia. 

El corazón no me dejó de latir nunca, ni en el capítulo uno ni en el seis: porque en tan solo unos pocos episodios Ángela, la protagonista, logra hacernos sentir en carne propia el terror con el que está obligada a convivir a diario. No es una comodidad deseada: es una forma de supervivencia.

En esta miniserie española, el marido de la protagonista es un marido seductor, exitoso y encantador a la vista de todos. Menos, a la vista de ella, su mujer, a quien en privado desprecia con total consciencia del daño que le causa y por quien no siente la más mínima empatía, como si orquestara un plan maestro y macabro para hundirla en la más grande de las depresiones y hacerla sentir capaz de dudar hasta de su propia cordura. ¿Cómo se logra todo eso? Pensando como un psicópata, actuando como un psicópata y haciéndole creer al mundo entero que “la loca” es ella. 

Así es Gonzalo: un arquitecto reconocido y dedicado por completo a su carrera, sabiendo, a diario, que el daño que le provoca a su esposa –la presa perfecta- está dando enormes resultados: porque él sí es capaz de verlos y aún así, percibiendo el dolor que le causa, Ángela sigue siendo su objeto preferido en el que descargar su bronca, sus miedos, sus frustraciones y hasta su ira, sin tener el más mínimo reparo en las consecuencias.

Siempre impecable de pies a cabeza –porque como a todo psicópata, lo que más le importa es la imagen que deja- e intentando agradar a cada persona con la que se vincula, sosteniendo a toda costa la fachada de un marido cariñoso y un padre ejemplar, logra persuadir a la madre de sus hijas tocando sus vulnerabilidades más profundas hasta hacerla dudar de su propia memoria. ¿La recompensa? Acariciar se el ego, sentir el placer que le provoca el dolor ajeno, manipular la conciencia y el inconsciente de su mujer, hasta dejarla empequeñecida y rota, vulnerable y resquebrajada, insatisfecha de sí misma y aislada del mundo externo, ese que podría convertirse, para él, una amenaza.

Ángela atraviesa la vida como si anduviera en puntitas de pie: cuidando cada una de sus palabras, sus gestos y hasta el ritmo de su respiración. Porque el más mínimo error en su conducta sumisa, asumida por un completo instinto de supervivencia, podría costarle la vida. A ella o a las hijas que tienen en común, el bien más preciado que tiene y con el que Gonzalo intentará hacerle más y más daño.

Ángela vive en una enorme “jaula de oro”, una mansión frente al río pero lejos de cualquier persona que pudiera ser capaz de alertarla sobre lo que sufre. Incluso cuando Esther, el único vínculo externo que tiene, cuestiona su conducta y le intenta abrir los ojos, ella se aleja, como si fuera un pecado animarse a decir basta. 

Está atravesada por la más perversa violencia a la que una mujer puede ser sometida, sobre todo después de convertirse en madre: la violencia psicológica y la manipulación constante, hiriente y capaz de perforarle el alma hasta con los silencios, con miradas amenazantes en público, que solo ella misma será capaz de detectar. Con el terror más cruel que es el que se puede sentir en la propia casa, en la cual su marido la anula hasta hacerla sentir invisible y la humilla hasta hacerla dudar de su cordura, atravesando la cotidianeidad siendo casi imperceptible, víctima de un control coercitivo al que no puede resistirse porque ese monstruo con quien comparte las sábanas también se apoderó de su cabeza.

Como si hasta quisiera dejar de respirar por temor a sus reacciones, a esas conductas imprevisibles que se balancean entre un golpe y un ramo de flores, un apretón de cuello y una cena romántica, entre un “te amo” y un “estás loca”. Siente que vive en una batalla constante entre lo que cree que puede soportar y lo que le hacen creer a diario: la violencia es por su culpa, la humillación es por su culpa y cuidado con intentar pedir ayuda.

Ángela convive con el temor del próximo golpe y el recuerdo de ese enorme moretón que se maquilla, justificando el comportamiento de un psicópata narcisista al que lo único que le importa son sus propios logros, a los que expone con algarabía para alimentar su autoestima. Ángela tiene anuladas sus emociones: su vida diaria transcurre en un ir y venir de discursos y sermones, de gritos y de silencios, de promesas y desencuentros. La frialdad como castigo, la culpa, el aislamiento del entorno y hasta de su propio razonamiento. 

Aunque duela, es más fácil aceptar ese poder que ostentan tener por sobre nosotras, porque rebelarnos sería francamente una locura: ellos creen en sus palabras como verdades absolutas y nos impiden si quiera pensar que existe algo mejor, que nos merecemos otra cosa; para ellos, solas no somos nada. Nos incomodan en público y nos dominan en privado, orquestando una dinámica familiar que necesita de cómplices para ser duradera y para hacernos sentir sirvientas de sus deseos, de sus caprichos y sus bruscos cambios de conducta que oscilan entre un puño intimidante en la cara o una mano en el cuello jurándonos que podría ser peor. 

La actuación de Ángela nos hará ser parte de cada una de las escenas, nos entrecortará la respiración y nos mantendrá alerta, en vilo y con el mismo terror que emanan sus ojos. El suspenso atraviesa toda la historia y se nos parará frente a los ojos para decirnos “bienvenidos a la hostilidad”. 

Solo a una cosa le temen los psicópatas narcisistas: a ser descubiertos socialmente, a que se les caiga la careta en público y a que sus actos muestren su verdadera faceta, esa que los hará ser vistos por un afuera que ahora sí podrá ayudar a todas las Ángelas. Y que les harán dar cuenta que a nosotras, a esos Gonzalos, ya no les tenemos miedo. 

Te puede interesar
FOTO ADAPTADA EL DISEÑO

El mandato de la felicidad nos enferma

Sociedad & Cultura14 de julio de 2025

La exigencia constante de mostrarse feliz, funcional y exitoso impone una forma de vida que censura el dolor, invisibiliza la tristeza y desconecta a las personas de sus vínculos más profundos. La alienación emocional se presenta como norma.

Ranking
4 PRINCIPAL

El Concejo citó al presidente del Consejo Escolar

Región14 de julio de 2025

El Concejo Deliberante de La Plata aprobó por mayoría la citación del presidente del Consejo Escolar local, Iván Maidana, a la Comisión de Cultura del cuerpo para que brinde explicaciones sobre el estado edilicio, de infraestructura, servicios y mantenimiento de los establecimientos escolares de nuestra ciudad.